No encontró trabajo en León e ingresó en la Guardia Civil

Un emotivo aplauso, vivas a la Guardia Civil y gritos de «ETA asesina» despidieron a Juan Ignacio Calvo. El funeral reunió en la capital leonesa a muchos amigos y conocidos de la comarca de Gordón. Su padre y su tío habían sido mineros, pero él prefirió la Guardia Civil. Durante dos semanas, la familia confió en que Juan Ignacio superara un cuadro agudo que le produjeron las heridas. Había perdido masa encefálica, tenía lesiones hepáticas, pulmonares y abdominales y roturas en la pierna derecha. «Mantuvimos la esperanza hasta el final. Creímos que si resistía un poco más podía salir adelante», explicaba un familiar a este periódico el día de su funeral. En la foto superior, el atentado; abajo, su entierro en León.