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análisis nacional

Una casa con dos puertas

El día 22 puede ser la rampa de lanzamiento de Rajoy y la puerta de salida para Zapatero; uno vive en la atonía para evitar errores y el otro sueña con el voto oculto

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magis iglesias | madrid
León

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Tan importante es llegar al poder como saber dejarlo con dignidad. Mariano Rajoy y José Luis Rodríguez Zapatero se enfrentan al ensayo general de su relevo que todas las predicciones sitúan en las elecciones generales del año que viene.

El próximo 22, los ciudadanos deben elegir concejales y parlamentarios autonómicos, pero el PP plantea la convocatoria como unas elecciones primarias, mientras los socialistas prefieren acentuar su significado local y regional. Es una cita que se adivina como una casa con dos puertas porque puede ser la piedra de toque para la salida y entrada del poder de Zapatero y Rajoy.

Si se confirma el diagnóstico unánime de las encuestas, el presidente del PP puede encontrar en los resultados de estas elecciones el trampolín de lanzamiento para su triunfo en las generales del año que viene. Llevado por este fatalismo que aventura la demoscopia y la opinión pública con una desconfianza cada vez mayor en el líder de los socialistas, Zapatero se bate en retirada, empujado por sus barones.

Pero todavía confía en que los sondeos encierren un voto oculto al PSOE para que los resultados le permitan sellar con dignidad sus dos mandatos en el Gobierno.

Rajoy afronta la campaña con su conocida prudencia y una atonía exagerada para evitar caer en errores que pongan en peligro el triunfo que ya ve al alcance de su mano. Ante la abrumadora ola de apoyos que se le aventuran, el político gallego se muestra escéptico y no permite alegrías anticipadas a sus dirigentes.

Porque ya se sabe que el PP es muy dado a lanzar las campanas al vuelo, desliz que en algunas ocasiones les ha acarreado grandes disgustos, como ocurrió con el inesperado fracaso de 1993.

Por aquel entonces, Javier Arenas acuñó una peculiar definición para explicar los fracasos electorales inesperados. «Somos víctimas -dijo- del síndrome de las expectativas».

Ahora José Blanco lo remeda y se permite bromear con las expectativas porque «se nos han puesto tan bajas que cualquier resultado será bueno».

Un resultado mejor del esperado -"conservar los tradicionales feudos de Extremadura y Castilla-La Mancha, el ayuntamiento de Sevilla y empatar en votos en las municipales-" será un bálsamo para las heridas que arrastran los socialistas por el desgaste de la crisis. Por el contrario, si no se llena el mapa de gaviotas y la votación es tan pobre como para alejar a los populares del Gobierno, huelga decir que Rajoy no durará en su puesto ni un cuarto de hora.

Al borde del infierno. Una derrota sin paliativos de los socialistas, en votos y gobiernos, mermará la moral del PSOE pero, sobre todo, convertirá en un infierno los últimos meses de Zapatero en el poder.

Y, para colmo de males, agitará las turbulentas aguas de las primarias para su sucesión. No es de extrañar que el presidente del Gobierno aparque la moral de victoria para dedicar esta campaña a defender su legado y la gestión de sus gobiernos.

Tampoco es una novedad que Rajoy hable de la economía y el paro y de nada más. Ya le ha dicho Pedro Arriola, según el chascarrillo que circula en el PP, que no debería levantarse de la cama hasta el 2012 para evitar cualquier traspié.