cuaderno de viaje
Horror
UPL podría ser llave otra vez. El 76,2% de los encuestados cree innecesario el tranvía
Hace pocos días ha comenzado la campaña electoral. Justo ahora acaban de enviar a unos cuantos famosos a un país maravilloso y bello de gentes muy acogedoras con las que estos aventureros no tendrán ningún contacto. Justo ahora, el público podrá elegir entre multitud de alternativas televisivas. Con la TDT son tantos los canales gratis de los que disponemos que nada nos impide estar al tanto de todo. Lo de escuchar al tipo que expone su programa electoral no creo que resulte tan cautivador como para alejar de la pantalla a unos cuantos miles de telespectadores que esperan que un día la boa constrictor se atreva a zamparse a algún famoso de los programas de cotilleos. Incluso esta expectativa da la oportunidad de participar en algún sorteo millonario con sólo realizar doscientas llamadas a un número de teléfono y contestar a una pregunta que seguro que no es tan difícil. Puede que en algún descanso, mientras el zapping lo permita, algún despistado caiga en el horario que les toca a los verdes y quede cautivado por sus deseos de cerrar al tráfico las grandes ciudades o de salvar la vida de los delfines, puede ser y puede que se pierda el momento culminante en el que el biquini de la modelo que fue miss se deslizó dejando aparecer en una siesta solitaria bajo una palmera un pezón revoltoso. ¿Y qué va a pasar al día siguiente en la oficina? ¿No viste el momento estelar? Eres un cretino. ¿Cuántas personas leen esos folletos aburridos que llegan a casa explicando los planes de futuro cada cuatro años? ¿A cuántos vamos a convencer con mítines, debates, anuncios, carteles o pegatinas de que intentamos cambiar las cosas pensando que va a ser para mejor? Casi todo el mundo tiene ya decidido su voto. Y aquí estoy yo, preparando discursos sin darme cuenta de que los votos más importantes irán a parar a la urna exótica de plástico, en forma de cabeza de gorila depositada sobre el suelo del trópico en un país lejano.