Encuestas, de la alegría a la tristeza

En los últimos días y sin duda también en los próximos, la mayoría de los que nos dedicamos a a la actividad política sufrimos y nos alegramos con los resultados con los resultados que ofrecen los medios de comunicación del trabajo de las diferentes empresas dedicadas al noble arte de la encuesta electoral. Digo que sufrimos y nos alegramos porque tan pronto estás arriba como caes en el más absoluto de los infiernos sin saber muy bien las razones por las que se produce este vaivén.

Eso partiendo de la base de que resulta muy difícil ejercer de adivino, máxime cuando se trata de vaticinar la decisión de un ser humano. Y a pesar de que debemos ser respetuosos con las personas que de forma honesta ejercen su profesión como -˜investigadores sociológicos-™, resulta ciertamente difícilmente entendible esa disparidad de números y resultados. La razón de esa disparidad la desconozco, pero si que da que pensar sobrela tremenda dificultad en hacer creíble la predicción.

Si realmente decimos que el voto es universal, libre y sobre todo secreto, ¿no es una incongruencia que le preguntemos a alguien a quién va a votar? Supongo que por esa disyuntiva, entre otras muchas razones, es por lo que los resultados varían, dependiendo del momento, del lugar y del medio que las haga. Será que ante la tiranía de los números y de la estadística se encierran otros ponderables que son más difíciles valorar y, sobre todo, imposible cuantificar.

El otro día me llamaban para darme la enhorabuena. Sin embargo ayer eran más los que trataban de darme ánimo y a todos les digo lo mismo: son solo encuestas que, para bien o para mal, casi nunca aciertan.