Nuestras madres, nuestra fuerza

Dije anteayer que soy mujer de campo y me repro chan no citar mi lugar de origen, como creyendo que me avergüenza. Peculiar rincón de premontaña, antesala de las hermosas tierras de Babia y Omaña. Tierra de fertilidad variable, escasas posibilidades de regadío, sin inversiones de desarrollo, sin concentración parcelaria, con difíciles condiciones para la mecanización, ha sido particularmente arduo extraerle frutos para el sustento. Primo Pola, Benllera es nuestro pueblo y algo de su reciedumbre estará en nuestra genética. Infancia de calle y escuela, rosario y escondite, heladas y calor de leña. Pero sobre todo de familia; era fácil compartir tareas, por fastidiosas que fueran, con un padre animoso y de carácter apacible y dialogante y era imposible no aprender con una madre resuelta y combativa que nos fabricó la cabeza: «Tenéis que estudiar para no depender nunca de ningún hombre». El legado de nuestras madres es una parte indispensable de nuestra historia. Esa generación de mujeres, forjadas en la España dura, apremiadas a tener «hijos para el cielo», abnegadas pero no sumisas, ejercieron obstinadamente una rebeldía no inventada.

Sirva este texto de pequeño homenaje a todas las mujeres que nos precedieron, resistentes, incansables, tenaces, enseñadoras, que con actitud firme e insolente , venciendo supersticiones y desafiando confesionarios, combatiendo el control, abrieron el camino para que nosotras sus sucesoras lo transitáramos con orgullo y nos dotaron de las mejores herramientas. A ellas, enhorabuena y muchas gracias. Y a los hombres que supieran acompañarlas.