Diario de León

Esther Montielpolicía nacional

«Siempre he estado en la calle; me gusta la acción»

Esther Montiel es la policía nacional más antigua en la Comisaría de León.

Esther Montiel es la policía nacional más antigua en la Comisaría de León.

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León

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«Jugaba a balonmano, tenía preparación física y me gustan mucho los uniformes». Estas tres razones convirtieron a la leonesa Esther Montiel en una de las 53 mujeres que entraron en el Cuerpo Nacional de Policía en la primera promoción abierta al sexo femenino.

Corría el año 1984. Las pruebas físicas, las mismas para hombres y para mujeres, se realizaron en el CHF. «En León éramos tres chicas y siete chicos y quedé la segunda en la carrera», recuerda. Se formó en la academia de Canillas, en Madrid. Hizo las prácticas «castigada por respondona», dice ella, en la costa gallega y en junio de 1985 tomó posesión de su primer destino, Basauri.

Era la única mujer. «Las esposas de los compañeros salían al patio a mirarme porque era una novedad. He sido la primicia para todo el mundo», apostilla Esther Montiel después de 27 años en el cuerpo. Llegó a León, en 1990 y también fue la primera policía de la Comisaría.

Desde entonces, cuenta la agente, «siempre he estado en la calle. Me gusta la acción», apunta. En la Unidad de Prevención y Reacción (UPR) hay ahora mismo cinco mujeres que trabajan con hombres en control de manifestaciones, seguridad de eventos deportivos y orden público. «Pegar es lo último; además, siempre puede haber alguien grabándote», señala.

Nunca se ha sentido menos capacitada que cualquier compañero, ni ha permitido que se lo hagan sentir: «Desde el primer día tengo superado a quienes piensan que no vas a hacer bien el trabajo por ser mujer», señala.

En Basauri empezó en los «zetas», luego pasó a las furgonetas y ha estado también en las patrullas de a pie y en la unidad de proximidad. Empezar en el País Vasco fue una prueba dura. «Nada más llegar asesinaron a un compañero con un coche bomba en Irún. Estaba de pareja conmigo. He soñado muchas veces con ello. Marca y une mucho», recuerda.

En 1986 la Policía Nacional dejó de estar militarizada. Esther Montiel se casó siendo policía y en agosto del 86 nació su hija. Pasó los tres meses de la baja maternal en León. «Algo se ha adelantado, ahora son 16 semanas», matiza.

Regresar sola a Vizcaya fue uno de los tragos más duros. «La niña tenía diez meses y se quedó aquí con su padre; se me caía el alma a los pies». Trabajaba a turnos y en los días libres regresaba a León.

Una desgracia, la muerte prematura de su marido, la permitió venir a León en comisión de servicio cuando su hija tenía tres años y medio. «Ahora está el Plan Concilia, entonces yo entraba a las 9 de la mañana para dejar a mi hija en el colegio y a cambio podían llamarme a cualquier hora para hacer un cacheo a una mujer», recuerda.

No oculta que es una de las policías más conocidas de León: «Me saludan altos cargos y los gitanos de Colón», dice con orgullo. «El trabajo me ha dado muchas satisfacciones, nunca me he dejado manejar; pero decir lo que piensas a veces es complicado», admite.

Entre los sinsabores, ver que el paso del tiempo ha mermado el «respeto al uniforme» o encontrarse con parejas con orden de alejamiento que «conviven juntos». «Sacar la pistola, sí, pero usarla nunca», apunta. Pero ganó un juicio a los ganaderos que la dejaron apresada en las puertas de la Junta durante una concentración.

Le quedan cinco años para pasar a la reserva. «No me gustaría terminar en la calle, llevo muchos años y siempre trabajando a turnos». ¿Un destino? Si hay algo que le gustaría probar antes de marcharse es un destino en la Policía científica. El precio para compaginar la vida familiar y laboral, siendo madre y padre a la vez, ha sido «no ascender». No se arrepiente. Su hija ha elegido un camino bien distinto. «Estudió Educación Social».

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