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El discreto segundo plano

Rubalcaba pasa casi inadvertido en el último Debate del Estado de la Nación del presidente Zapatero

Publicado por
antonio montilla | madrid
León

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La estampida de los búfalos. De esta manera se denomina en México al momento en el que el presidente del Gobierno designa al que va a ser su sucesor. La escena, al menos hace algunos años era muy pintoresca: decenas de ministros, diputados y altos cargos corrían a saludar al nominado y dejaban literalmente solo al todavía presidente. No hubo estampida de búfalos ayer en el Congreso, más bien al contrario. Alfredo Pérez Rubalcaba, sucesor de José Luis Rodríguez Zapatero al frente de la candidatura socialista, no se movió de ese discreto segundo plano en el que se sitúan los subalternos cuando el maestro está en plena faena. Más allá de la estructura del debate, que otorga todo el protagonismo al presidente del Gobierno, Rubalcaba eludió hacer declaraciones o valoraciones sobre lo ocurrido en el hemiciclo. Zapatero llegó a las 11.45 de la mañana. Sólo la sonrisa amable que dedicó a los periodistas al bajarse del coche oficial recordó al Zapatero que se enfrentó hace siete años a su primer Debate del Estado de la Nación. Algunas tallas menos, bastantes canas de más y unas notorias ojeras que evidencian que la crisis económica también le ha dejado huellas físicas.

Mariano Rajoy optó por recorrer el pasillo interno que separa su despacho del hemiciclo. El líder de la oposición, con mucho más que perder que ganar en el envite, siguió de la a la z su guión y evitó cualquier charco. El cara a cara. Sin embargo, fue más aguerrido de lo esperado y Zapatero, sobre todo en su primera réplica, fue a degüello. Rajoy aguantó el golpe y evitó el cuerpo a cuerpo. Una táctica que no gusta a todos los parlamentarios populares, que pueden quedarse sin una victoria de su líder por un inequívoco ko .

Por eso, tras la intervención de los primeros espadas, llega el turno de las valoraciones, o intoxicaciones como también se le conoce en tono coloquial e irónico a los corrillos más o menos espontáneos que se conforman en los pasillos entre políticos y periodistas. Y es que cada uno intenta vender su burra sin contemplaciones. «Zapatero parece que se ha bajado de una nave espacial y que desconoce por completo la realidad de España», comentó un popular. Zapatero no estuvo solo. Su esposa Sonsoles y su padre Juan le apoyaron con su presencia desde la tribuna de invitados. A falta de familia carnal, Rajoy se conformó con su familia política, en la acepción más clásica de la palabra. Esperanza Aguirre, tal vez lo dictó el protocolo, se sentó junto al expresidente de Aragón, y secretario de Organización del PSOE, Marcelino Iglesias, mientras que el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, se pertrechaba en una butaca una fila más atrás.

Dos representantes del nuevo poder autonómico del PP, la presidenta de Castilla-La Mancha, María Dolores de Cospedal y el candidato más votado en Extremadura, José Antonio Monago, respaldaron a su líder. Zapatero comenzó a hablar a las doce de la mañana y pasadas las diez de la noche continuaba en la tribuna respondiendo a los grupos de izquierda. Y escuchó frases como las que le dedicó el portavoz de ERC: «Mientras la izquierda llenó las plazas el 22M, la derecha llenó las urnas de votos».

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