Trueque de castañas por trabajo y ocio
El banco de castaños de Balboa es una iniciativa que hace compatible el «querer» de las gentes del Bierzo por su tierra con la oportunidad para urbanitas de sumergirse en una cultura ancestral, en la que el castaño daba sombra, alimento, vivienda, aperos y el escaso mobiliario de las pallozas.
Un árbol domesticado desde tiempo inmemorial al que la emigración de los años 80 del siglo XX condenó al abandono de muchos soutos (fincas que reúnen varios castaños). Con la gente se fueron trabajos y costumbres; muy pocos apañan las castañas cada otoño. Las oriceiras, construcciones circulares de piedra o mimbres tejidas, dejaron de llenarse para conservar los erizos durante el invierno.
En Balboa era costumbre arrendar parte de los soutos a los vecinos gallegos, principalmente del municipio de Cervantes, cuenta Jorge Santín en la casa de Quintela, del barrio de San Miguel, fundada por su abuelo Nicolás. Esta vivienda, hoy restaurante y bar, fue durante muchos años el punto de recogida y almacén de las castañas del valle del Balboa. «Comprábamos todos los años entre 20.000 y 30.000 kilos de castañas», recuerda. La castaña era «la moneda de cambio». El trueque estuvo en vigor hasta hace apenas tres décadas en la vieja tienda de ultramarinos.
A cambio de las castañas, la gente compraba comestibles, aperos, zapatillas, ropa... «Con las castañas trabajábamos con poco margen, con la ventaja de que todo el dinero se lo gastaban en la tienda y pagaban las deudas de atrás», explica.
Cuando finiquitó el negocio, «sólo se dejó a deber un furco de cebollas por un olvido». Su padre le enseñó algo que en los bancos no han sabido practicar en los últimos años, el sistema de «límites de crédito»: «Les daba hasta donde sabía que podían pagarle».
Jorge Santín, de 58 años, es uno de los donantes del banco de castaños de Balboa. Vive a caballo entre Ponferrada y Quintela, pero no puede hacerse cargo de todos los castaños de la familia y allegados que viven fuera. «Al propietario le gusta ver su finca limpia» y «aunque no se suban al árbol a podarlo con que lo poden desde abajo y lo mantengan limpio ya hacen un bien», subraya. Antes se sacudían los castaños todos los años. Enfermedades e incendios eran infrecuentes.
La castaña era un producto básico de la dieta. Santín recuerda las «sabrosas migas que se hacían con leche y castañas cocidas». Las más ruines, conocidas como cagallas , se ofrecían a los cerdos sobre todo el último mes antes de matarlos. «El cerdo tiene tanto vicio de la castaña que en el momento que se lo das ya no quiere otra cosa», añade.
La castaña de «parede» es la variedad típica de este rincón del Bierzo al que se llega por la A-6, salida 419, la última de en Castilla y León, en Vega de Valcarce. «Al ser una castaña pequeña tiene poco atractivo comercial, para comer es de las más ricas porque es de las más sabrosas, se pela muy bien y es la mejor para secar y hacer pilongas», precisa.
El banco de castaños también quiere atraer gente a Balboa, donde aparte de una industria de castañas el recurso más importante es la hostelería. El municipio con 105 plazas hoteleras en sus 18 pueblos. Fuente de Oliva, frontera de la Reserva Nacional de Ancares, está deshabitada, pero dispone de 17 plazas.
Familias con niños que buscan una interrelación con la naturaleza y prejubilados activos con conocimientos de jardinería y botánica son los principales demandantes del banco de castaños de Balboa. Medio centenar de personas esperan su castaño para el próximo otoño. El proyecto quiere incorporar encuentros y cursos de castañicultura para madrinas y padrinos.