A esta guardia vienen pocos ángeles
Un equipo de Diario de León comprueba in situ cómo es una jornada de 24 horas en un juzgado de Instrucción de la capital; la carga de trabajo iguala a los de Madrid y supera a los de Oviedo y Valencia
La mañana la estrena el primer juicio rápido que se celebra en el Juzgado de Instrucción número 1 de los de León desde que entró en vigor la nueva ley por duplicar casi el límite de velocidad en Carbajal de la Legua. Iba a 111 kilómetros por hora en una zona con límite de 50. «Tenía ansiedad y estaba bajo los efectos de la depresión», se queja el conductor, un súbdito de origen subsahariano.
Un equipo de Diario de León vivió in situ, por mediación del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León, una jornada de trabajo en las instalaciones judiciales del Paseo de Sáez de Miera, para comprobar cómo se trabaja en los turnos de guardia en uno de los juzgados de Instrucción de la capital.
Al primer cliente de la jornada, el Magistrado no pone cara de hacerle demasiado caso y al Fiscal tampoco termina de convencerle su argumento. Un año y un día sin carné de conducir y una multa de seis meses a razón de seis euros diarios podrían hacerle recapacitar para la próxima vez, pero como su letrada se conforma con la pena que propone el Ministerio Público, la condena final se verá reducida en un tercio.
«Lo complicado del comienzo de la mañana es no saber si te vas a encontrar tres juicios o treinta, porque todo depende de cómo haya ido la noche anterior», explica Enrique Gutiérrez, secretario judicial del número 1.
La segunda entrega de la mañana trae una cara conocida a la sala. El procesado fue sorprendido a las 4.30 de la mañana del día anterior conduciendo una moto por Párroco Pablo Díez con cuatro whiskys y dos chupitos a bordo-¦ del estómago. 0,92 en el test de alcoholemia y pocas posibilidades de justificarse, máxime cuando en el 2008 ya le había caído otra condena a ocho meses de multa por el mismo concepto. Así que lo mejor es aceptar de conformidad la propuesta, quedarse sin carnet de conducir por dos años y medio y pagar nueve meses de multa a razón de seis euros diarios. En el momento en el que su letrado da por buena la decisión, Sandoval le comunica que el gesto comporta una reducción de la pena en un tercio. «Esto ocurrió ayer y a media mañana habrá sentencia. De la otra forma, nos obliga a instruir un juicio que comportaría cuatro meses de trabajo».
Sorprendido por segunda vez conduciendo sin permiso, al tercer imputado le caen veinte días de trabajo para la comunidad y ocho meses de multa a razón de cuatro euros diarios en un proceso de apenas cinco minutos. «Hay juicios que se te alargan hasta media hora. Hoy vamos rápido», reconoce el juez. Ayuda a ello el hecho de que el Fiscal, Javier Gutiérrez, relate a velocidad endiablada las conclusiones provisionales y recite casi de memoria los preceptos legales a los que alude para calificar los hechos probados. Especialista en Medio Ambiente, hoy está de guardia y hay que hacer un poco de todo.
La cara humana de la mañana la pone una mujer entrada en años, que según el Fiscal ha sido sorprendida en un supermercado apoderándose de un pinta labios. Costaba 2,90. «Era un tubo de crema y yo no lo cogí, me lo metió en el bolso una señora que estaba al lado», protesta la procesada. El Fiscal pregunta por los hechos que denuncia una empleada de la tienda. Cuesta más el juicio que el objeto robado. «Pero es que si no lo denuncian, los dueños del supermercado le cobran el robo a la empleada y con tantas cosas como les pasan al cabo del mes, o lo hacen así o les quitan medio sueldo», explica el representante del Ministerio Fiscal. Condenada, la mujer se ofrece a pagar lo que apareció en su bolso y el antiguo agente judicial le explica que es imposible: «Le mandamos la sentencia a casa y ya le dirán lo que tiene que hacer». «Pero es que yo quiero pagar ahora y explicarles lo que de verdad pasó», protesta. Un poco de paciencia y mucha mano izquierda hacen el resto. Se le aplica también una pena de localización permanente de seis días.
«La guardia la empezamos a las 9.00 de la mañana y acaba a las 20.00 horas. Son siete días, de martes a martes y durante ese periodo prácticamente no puedes atender las obligaciones de la instrucción, porque no paras. Eso suponiendo que el día esté tranquilo y que no aparezca un suceso importante-¦» explica el titular del juzgado. «Ahora lo normal es que tengamos dos o tres juicios rápidos al día. Cuando empezamos con este sistema había 20 y hasta 30 muchas veces. Los juzgados son un buen termómetro de la evolución de la sociedad y lo mismo que ahora hay mucha litigiosidad relacionada con las cuestiones económicas y laborales, la de tráfico ha descendido porque la gente se ha concienciado de que puede terminar en la cárcel», subraya el juez.
«El problema que tenemos es de saturación. Somos un poco los «agraviados» de la Oficina Judicial. El cambio nos ha reducido el trabajo en un 20% pero a la vez nos ha bajado la plantilla un 50% así que salimos perdiendo». Una vez más, la tradicional fama de hormiguitas y de trabajadores denodados que acompaña a los funcionarios de las administración de Justicia de León está haciendo posible el milagro que, en otros puntos del país, ha comportado muchos más problemas.
Por encima de lo recomendado. Los juzgados de Instrucción de León soportan una carga de trabajo muy similar a los de Madrid y Valladolid y están en niveles muy superiores a los de capitales como Oviedo o Burgos, según los datos que obran en poder del Consejo General del Poder Judicial.
De acuerdo a las cifras oficiales, el año pasado ingresaron 33.069 asuntos. Al inicio del periodo referente al estudio habían ingresado 6.845 diligencias previas y estaban en trámite todavía al final de este proceso 6.393.
La figura del Magistrado se humaniza sobremanera a mediodía. Un ciudadano quiere interponer una denuncia y se niega a hacerlo en la comisaría porque quiere que le atienda el juez en persona. «Son casos que te consumen una o dos horas diarias y que no llegan a ningún sitio». Que si su tía murió y en el funeral ha desaparecido un reloj de oro que tenía. Que si quieren denunciar a un secretario judicial porque un funcionario no ha sabido explicarles dónde estaba su procedimiento y hasta aquel que venía con una sentencia dictada en La Vecilla en 1973 y exige su ejecución ahora.
Teodoro Sandoval se inició en la carrera judicial en 1980. Debutó en Fonsagrada (Lugo): «Es como Riaño pero sin pantano». Después de pasar por Benavente, Cistierna, Vitoria, la Sala de lo Contencioso-Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León, el juzgado de Primera Instancia e Instrucción 5, el Juzgado de Menores «donde estrenamos la nueva Ley de lo Penal» y la Audiencia Provincial ha dado con sus días en el Juzgado de Instrucción número 1 de los de León. «Me gustan los asuntos civiles y penales. Básicamente es lo que he hecho siempre».
El resto de la plantilla de titulares de Juzgados de Instrucción la completan Juan Carlos Suárez-Quiñones (2), Blanca Esther Díez (3), Teresa Peña (4) y Rocío González (5).
«La parte más dura de nuestro trabajo es la humana. Llega un momento en que te acostumbras a ver cadáveres y te vas a casa sin que te afecte. Pero decretar una orden de prisión y ver cómo lloran los padres a los que les arrancan a un hijo, o ejecutar un desahucio y que cuando vas a echar a la familia te encuentres con el matrimonio, cuatro hijos y los abuelos y tener que ponerlos a todos literalmente en la calle-¦ «. Eso por no relatar las veces en las que en un registro domiciliario aparece un vibrador en la mesita del dormitorio o hay que ennumerar una por una las prendas íntimas que estaban en el cajón y ponerlas a la vista de seis o siete personas. Vivir para ver.
«Tenemos que soportar una carga de responsabilidad tremenda», protesta el secretario judicial. Si condenamos a un varón por un caso de violencia de género, tenemos que comunicarlo inmediatamente al Registro Central y a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Si por lo que fuera ocurre que en ese periodo de quince o veinte minutos que a veces se tarda en ejecutar el trámite, al agresor ataca a la víctima la responsabilidad cae sobre nosotros y nunca estás libre de que te pueda pasar algo así. Vivimos siempre en el filo de la navaja y nos gusta nuestro trabajo, pero la responsabilidad que conlleva es tremenda».
La caja fuerte guarda las piezas de convicción. Son los objetos que se «requisan» y que se guardan junto a la documentación del delito de turno. Por aquí una navaja, por allá un destornillador y más arriba un reloj robado. El almacén es un verdadero bazar. Dos catanas, un paraguas, un bate de béisbol. La nueva Oficina Judicial contempla la creación de un depósito especial donde dejar todos estos objetos, pero en pleno proceso de cambio, no es bueno agobiar más de lo debido.
«Hay demasiada litigiosidad. Si echas un vistazo a la agenda de señalamientos, compruebas que entre acusados, testigos y demás hay 9.000 personas al mes implicadas en juicios. En una población como León, es demasiado. Estoy a favor de las nuevas corrientes que están impulsando recortes para evitar que se llegue a los juzgados y muchas veces nosotros mismos hacemos labor de mediación», explica Sandoval. «Yo hice un curso y a veces una discusión de vecinos se salda con el compromiso de que no se vuelvan a dirigir la palabra, sin necesidad de entrar en una sala de vistas. Pero no siempre es tan fácil como eso».
El turno de los detenidos lo abre una joven argelina, de físico muy atractivo y perfecto castellano hablado. Pesaba sobre ella una orden de localización permanente que no respetó y la Policía Nacional la ha traído esposada a los juzgados. «A veces se nos juntan todos los detenidos a deshora, pero la Policía Nacional y la Guardia Civil también tienen que hacer su trabajo. Esto es una maquinaria muy grande y necesita que todas las piezas funcionen bien, pero es muy complicado», explica el juez. Toma declaración a la muchacha en presencia de su letrado en plena oficina. «Una vez unos rumanos a los que les interrogamos aquí mismo protestaron porque decían que los juzgados de España eran muy raros. Debieron pensar que las mesas de los funcionarios eran en realidad la sala de vistas y les sonaba complicado pensar que mientras estaban declarando había un señor tecleando al lado y otro hablando por teléfono unas mesas más allá», bromea Teodoro. El siguiente detenido viene asistido por una letrada de oficio. La Policía Local lo sorprendió en el interior de un coche: «Yo no robé nada, lo ví abierto y entré a ver qué había allí. ¿Qué había huellas de que yo hubiera usado un destornillador? Pues no sé, porque yo no lo hice», protesta el imputado. El catálogo de excusas es de lo más variopinto. «Con el tiempo casi desarrollas una habilidad extra para saber quién intenta engañarte y quién dice la verdad».
A las ocho de la tarde el Juzgado de Guardia cierra y todo queda en manos del juez, que desde el teléfono móvil determina cómo actuar. «Ya casi no salimos a nada que no puedan hacer los forenses, excepto las muertes violentas que son muy puntuales».
Mañana será otro día y toca volver a comenzar desde cero. Y así una semana de cada cinco. Y así un trimestre tras otro. Y así, hasta el día del Juicio Final, que en ese el Magistrado es otro y no lleva toga.