El 75 aniversario deja nuevas revelaciones sobre las razones del conflicto armado
L a Guerra Civil española, de la que ahora se cumplen 75 años, es un tema de estudio fecundo que sigue entregando libros a la imprenta. La contienda ha venido inspirando durante décadas a los historiadores. Y seguro que este episodio bélico dejará su impronta en páginas que aún están por venir. Si el Holocausto judío es un filón inagotable para los cronistas del pasado, ¿por qué no ha de serlo un enfrentamiento que aún hoy sigue trazando una línea divisoria entre los españoles?
La bibliografía sobre la historia del enfrentamiento aporta algunas novedades reseñables. Quizá uno de los libros más ambiciosos sea -˜El holocausto español-™ (Debate), de Paul Preston, un prolijo y documentado volumen sobre cómo evolucionó el proceso de radicalización y odio cainita. Preston, aunque da fe de los miles de inocentes que perecieron en la contienda, subraya que la represión perpetrada por el bando rebelde fue tres veces superior a la que se dio en la zona republicana, salvo en Madrid, donde se invierten los términos. Con la victoria de los sublevados, es un hecho que los derrotados no pudieron enterrar a sus muertos ni reivindicar justicia. Cuando Franco ya había accedido al poder, unos 20.000 republicanos fueron liquidados, según los cálculos del hispanista.
De la operación de -˜limpieza-™ no se salvó Lluis Companys, presidente de la Generalitat, quien a pesar de que rescató de una muerte segura a millares de religiosos, sucumbió a la violencia de los nacionales. El historiador revela la crueldad de unos y otros. Denuncia la masacre de Paracuellos, a los ejecutores del exterminio acometido por la izquierda, al tiempo que apunta con su dedo acusador a los dieron trabajo a las checas, los centros de detención y tortura que proliferaron en la zona republicana.
El autor cifra en 50.000 muertos los caídos en territorio republicano. En lo que atañe a la represión orquestada por los militares insurrectos, Preston considera que fue una operación llevada con minuciosidad y disciplina. Sobre el horror infligido por los franquistas, el experto no se anda con remilgos y subraya las palabras del general Emilio Mola, quien apelaba a «eliminar sin escrúpulos ni vacilación a todos los que no sean como nosotros».
Si lo que se busca es un relato detallado del golpe de Estado de Franco conviene leer -˜Julio de 1936-™, de Francisco Alía Miranda (Crítica). Alía, profesor titular del Departamento de Historia de la Universidad de Castilla-La Mancha, centra su investigación en la conspiración que preparó el alzamiento del 18 de julio. El libro de este autor ofrece una visión desmitificadora del golpe de Estado de Franco y desmonta algunos mitos que han arraigado en la historiografía. El profesor, que si por algo se distingue es por el trabajo exhaustivo en el manejo de las fuentes, ha consultado los archivos militares para entregar un relato pormenorizado de la insurrección. El historiador considera determinante la división en el PSOE entre seguidores de Indalecio Prieto y de Largo Caballero tras las elecciones de febrero de 1936. A juicio de Alía Miranda, si el PSOE hubiera respaldado con más convicción al Frente Popular, el Gobierno resultante habría gozado de fortaleza y tal vez habría tenido alguna oportunidad de acabar con la conspiración y el golpe de Estado.
Entre los que han indagado la tesis conspiratoria se encuentra Ángel Viñas. Autor de una monumental obra sobre la II República, Viñas aporta una sugestiva teoría en -˜La conspiración del general Franco-™ (Crítica).
El experto sostiene la tesis de que el dictador ordenó asesinar al general Amado Balmes Alonso, responsable militar en Gran Canaria, para dejar expedito su paso e iniciar la Guerra Civil el 18 de julio de 1936. De otro modo sería inexplicable la versión que el franquismo dio desde un principio, en el sentido de que el militar se había disparado su pistola al desatascarla contra su bajo vientre. Para Viñas, en el estallido de la conflagración se ha subestimado mucho el papel que desempeñó la derecha agraria, que vio en los intentos de la República por abrogar sus privilegios y el sistema de propiedad un atentado a sus intereses. El historiador considera que la eliminación de las potestades eclesiásticas y la aprobación del divorcio y el aborto han sido esgrimidas muchas veces como excusas para justificar el levantamiento. El experto arguye que Hitler y Mussolini ayudaron a las tropas de Franco por razones geoestratégicas y geopolíticas. En realidad, con su alineamiento, se estaban preparando para un conflicto europeo.
Frente a ellos, las democracias jugaron a la defensiva, «espantadas ante lo que percibían como una insurrección dominada por los comunistas». Con -˜La historia contemporánea en sus documentos-™ (RBA), de Enrique Moradiellos, cobra fuerza la idea de que los sublevados se rebelaron contra el programa de reformas del Frente Popular, cuyo santo y seña eran la reestructuración del régimen de propiedad agraria en el sur latifundista, la descentralización y la secularización del Estado. Para Moradiellos, si Franco acaparó el poder militar fue porque carecía de competidores y porque sus compañeros de armas le encargaron personificar el mando. No en vano, dirigía las tropas que más victorias lograban (los moros y legionarios que avanzaban hacia Madrid) y había logrado el vital apoyo militar y diplomático de Alemania e Italia.