Diario de León

Francisco Camps, un juguete roto

Su procesamiento le ha convertido en una figura condenada al olvido

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Francisco Camps se las prometía muy felices tras el congreso del PP de junio del 2008 celebrado en Valencia. Su nombre llegó a sonar para ser el nuevo líder y, sobre todo, fue el puntal que salvó al alicaído jefe de la oposición de los embates internos que tambalearon su peana. Tras aquel cónclave tenía ante sí futuro político envidiable. Pero las amistades cuando son peligrosas pueden ser la tumba de cualquiera. Así ocurrió con su «amiguito del alma» Álvaro Pérez, El Bigotes , el agente Gürtel en los aledaños del poder valenciano. Cuando el 19 de febrero del 2009 saltó el caso de los trajes, nadie en el PP daba crédito. Era imposible que aquel hombre austero, familiar, religioso de misa dominical y comida con la suegra, con perspectivas políticas inmejorables hubiera caído tan bajo. Él, además, se reía, y con él todo el partido. Camps contaba con el respaldo sin fisuras del líder y de toda la dirección del PP. Las pruebas, sin embargo, empezaban a ser cada día más rotundas y las contradicciones más evidentes pese al concluyente «mis trajes me los pago yo». Hasta que a finales del 2009 alguien puso a Rajoy ante el espejo de los hechos y las cálidas palabras de aliento se tornaron en un frío silencio. El procesamiento por cohecho dinamitó sus últimos anclajes internos. Rajoy bajó el dedo y el futuro político envidiable se evaporaba. El barón de los barones populares se había convertido en un juguete roto en manos de la justicia y condenado al olvido por su partido.

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