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Camps dimite para no dañar a Rajoy

El líder del PP colocó al presidente valenciano ante la disyuntiva de «o la deshonra o la renuncia»

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antonio montilla | madrid
León

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Francisco Camps, gesto compungido y rodeado de sus más estrechos colaboradores, anunció pasadas las cinco de la tarde de ayer su dimisión como presidente de la Comunidad Valenciana y la renuncia al liderazgo de los populares valencianos.

«Es una decisión personal, a favor de mi partido, que pretende que Mariano Rajoy sea el próximo presidente del Gobierno». Con esta frase, el máximo dirigente valenciano puso punto y final a 72 horas frenéticas en las que cambió hasta en tres ocasiones de opinión sobre cómo encarar su procesamiento por un presunto delito de cohecho pasivo impropio. La presión de Mariano Rajoy y de su familia fueron determinantes para el desenlace. El alcalde de Castellón, Alberto Fabra, será su sustituto tras el acuerdo alcanzado por las direcciones nacional y regional del PP. La primera opción de Rajoy fue siempre Rita Barberá, pero la incombustible alcaldesa de Valencia declinó la oferta, pese a la insistencia del líder del partido.

Francisco Camps, tras muchas idas y venidas, rechazó declararse culpable, se negó a pagar la multa y asumió ir al juicio por la causa de los trajes. Lo contrario de lo pactado con Rajoy a finales de la semana pasada. De hecho, los abogados de Camps llamaron esta mañana al Tribunal Superior de Justicia de Valencia para avisar de que el president se desplazaría hasta la sede judicial para autoinculparse y pagar. A la una de la tarde, y cuando todo estaba preparado para que firmara la «sentencia de conformidad», los letrados volvieron a ponerse en contacto con el tribunal para anularlo todo.

¿Qué ocurrió en esas dos horas? Camps, como reiteró hasta en tres ocasiones durante su comparecencia, se siente «completamente inocente». Su plan original, una vez que el juez Flors confirmó su imputación como supuesto autor de un delito de cohecho impropio por haber recibido regalos de la trama corrupta Gürtel, era defender su inocencia desde el banquillo de los acusados, una estrategia que no entusiasmaba en la dirección nacional.

Juicio en otoño. Las reticencias se volvieron en negativa radical al conocerse que la vista oral de los trajes podía coincidir con la campaña electoral si José Luis Rodríguez Zapatero adelantaba los comicios. Rajoy, con todo a favor para ser presidente del Gobierno según las encuestas, no quería correr el riesgo de exponer al partido en vísperas electorales a un juicio que incluiría la declaración como testigos de los cabecillas de la trama Gürtel. Habrá juicio, pero con Camps como diputado raso.

El hasta ayer gobernante autonómico jugó con la idea de que su marcha era un sacrificio a favor de España y de su partido. «No puedo ser ni el más mínimo obstáculo para que la voz clara y nítida de Mariano Rajoy llegue a los 42 millones de españoles», afirmó durante su emotiva comparecencia. «Me voy con la conciencia tranquila, el deber cumplido y con todos los proyectos hechos realidad».

Rechazada la opción de sentarse como presidente valenciano en el banquillo, surgió la posibilidad de declarase culpable para poner punto y final al tortuoso proceso, una salida que contaba también con el aval de su familia, en especial de su esposa, que no quería pasar por el calvario judicial. El giro de Camps, sin embargo, tuvo otros dos resortes. En una última conversación con Rajoy, que tuvo lugar sobre el mediodía, el líder del PP le planteó una disyuntiva concluyente: «O tres años y medio de deshonra o la renuncia».