Diario de León

La clausura se abre al "cibermundo"

La vida contemplativa se adapta al siglo XXI en los 20 conventos femeninos de la provincia, en los que viven más de 270 monjas que tienen muy difícil su relevo generacional

La abadesa de Gradefes, Visitación Pacho Turienzo, con el portátil que le regalaron en Roma por tran

La abadesa de Gradefes, Visitación Pacho Turienzo, con el portátil que le regalaron en Roma por tran

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ana gaitero | león
León

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«Me entró un fuego en el corazón y me hice monja. Fue cosa de Dios». Visitación Pacho Turienzo es la abadesa del monasterio de Santa María de Gradefes. Entró en el convento con 15 años. Cuando salió de casa le dijeron: «Mira bien el pueblo que no lo vas a ver en la vida». Pero la clausura ya no es un encierro de por vida, «entrábamos para no salir nunca, pero hoy está permitido salir a todo lo necesario. Ha cambiado la sociedad y para nosotras el cambio fue el Concilio Vaticano II», apostilla.

Más de 270 mujeres conviven en comunidades de vida contemplativa en 20 conventos, 11 en la Diócesis de León y nueve en la Diócesis de Astorga. En todos los monasterios hay monjas que dominan o al menos se apañan con el ordenador. Las Clarisas Franciscanas de León, tienen perfil en facebook (clarisas descalzas) para «anunciar el evangelio», aunque «con el chat desconectado», precisa la abadesa, y un blog que actualizan semanalmente (http://wwwnuestravidaescristo.blogspot.com/).

Las benedictinas de Santa María de Carbajal, el convento más antiguo de la provincia, con 1.045 años de vida ininterrumpida, también cuentan con página web. Registraron el dominio www.benedictinas.org y han logrado sus dos últimas vocaciones, dos novicias de Granada y Madrid, gracias a Internet. También tienen el blog http: vidacontemplativa.blogspot.com.

También en Gradefes se lanzaron al cibermundo «pinchando aquí y allí», apunta la abadesa. Siguió el consejo técnico de «no tocar en configuración» y ahora tiene un portátil que le regalaron en Roma por el trabajo que realizó pasando las actas del último capítulo de la orden cisterciense de San Bernardo hace tres años. El correo electrónico «es muy útil y se ahorra mucho en sellos y cartas», apostilla sor Lucía, del convento de las Concepcionistas de Villafranca del Bierzo, fundado en 1542 por un grupo de monjas del cenobio leonés.

Pero en el siglo XXI el relevo generacional está muy complicado. «Falta la materia prima y la fe», señala la abadesa de Gradefes. Muchas tienen puesta la esperanza en la jornada mundial de la juventud y, sobre todo, «en el Espíritu Santo», afirma una hermana del convento de Sancti Spiritus de Astorga. «Yo misma estaba muy metida en el mundo, pero Dios me tocó y no pude decirle que no». «Tenemos esperanza porque hay ciclos. Queremos sacar a la luz la historia del monasterio y hemos visto que en más de una época se han quedado cinco y hasta tres monjas solas», señala la abadesa del monasterio benedictino de Sahagún, María Anunciación Ríos.

La realidad es que hay catorce aspirantes a monjas en ocho conventos. En los otros doce, hace años que no persevera ninguna vocación. En Carrizo la última monja que profesó los votos solemnes fue la actual abadesa, la madre Margarita. «Llegué a Carrizo en 1979 y profesé en 1985». Entonces en el convento de la Ribera del Órbigo, una joya histórico-artística que hay que mantener, «no se hablaba nada, era todo por señas. Ahora hablamos lo necesario aunque no tenemos recreos. Tenemos diálogos comunitarios».

En las Clarisas Capuchinas de Villamañán atiende el teléfono una hermana de 96 años. «Las demás están en la huerta trabajando y yo esperando a que baje Jesús a buscarme», dice esta asturiana a la que despertó la vocación un padre capuchino. En la comunidad, fundada en 1920 por capuchinas llegadas de Portugal, viven seis monjas, dos de ellas mexicanas.

El noviciado de Gradefes, al que se accede desde un inmenso corredor, por encima del claustro histórico del siglo XII, está arreglado pero vacío. En la huerta trabaja el capellán, de más de 80 años, y las monjas piden ayuda a familiares y amistades para recoger la fruta de sus frondosos árboles. Todavía empaquetan el espliego en delicadas bolsitas de tela para perfumar los armarios. También viven con el peso de mantener un edificio histórico que enseñan al público todos los sábados y domingos.

El monasterio más próspero en vocaciones es el de las Carmelitas Descalzas de León. Este convento vive discretamente y aislado del mundanal ruido en la avenida de Asturias, frente al antiguo seminario menor. Las seguidoras de la regla de Santa Teresa, refundadora del Carmelo, cuentan con dos novicias, una de ellas mexicana, de 31 y 36 años, y dos postulantes españolas de 18 y 22 años, esta última con la carrera de Derecho terminada. «Dios las manda», asegura la madre superiora, María del Carmen de San Juan de la Cruz. Este convento es el último asentado en León capital, donde se encuentra desde 1963. Vinieron a fundarlo desde Ciudad Rodrigo, donde entonces había una comunidad próspera.

«Preferimos vivir escondidas». Viven en «soledad, con austeridad y silencio» y practican «la vida fraterna» durante las dos horas de rezo en el coro. Subsisten de lo que recogen en una huerta y de la artesanía que elaboran con sus manos. Su clausura es papal, más rigurosa que la constitucional: «Sólo salimos al médico y porque nos obligan. Preferimos vivir escondidas». El huerto, además de sustento, es lugar de solaz, un espacio «imprescindible para la vida contemplativa», afirma la madre.

De los tres monasterios cistercienses, el de San Miguel de las Dueñas es el único que tiene aspirante a monja. La juniora, paso intermedio entre el noviciado y los votos solemnes, es madrileña y dejó los estudios en la Facultad de Económicas y Empresariales de Alcalá de Henares para seguir la regla de San Bernardo: Ora et labora et legem (oración, trabajo y ley). Han pasado once años desde que Hortensia ingresó en este monasterio berciano y aún tiene que hacer un esfuerzo para levantarse a diario a las 5.10 de la mañana. «Cuando se ha estado fines de semana durmiendo hasta las 10 o las 11 de la mañana se hace duro, muy duro», señala.

Pero su determinación es más fuerte. Ni la oposición familiar le ha apartado de la vida contemplativa. Y eso que le costó entrar. «Escribí al monasterio de San Bernardo de Alcalá de Henares, pero como estaban cerrándolo pensaron que era una broma. Volví a insistir y estaba la priora de San Miguel de las Dueñas, la madre Magdalena, y así llegué aquí». Ahora su familia «lo acepta, aunque les gustaría más que estuviera fuera». Todavía no ha llegado el día en que la comunidad decida si Hortensia está preparada para profesar los votos solemnes. «Si salen más bolas blancas que negras podré profesar, y si salen más negras, no». Todo en riguroso secreto y anonimato.

El cenobio berciano recibirá pronto a tres nuevas postulantes. Dos jóvenes de Tanzania y una de Guinea Ecuatorial que «nos ofreció una comunidad», apunta la abadesa, Madre Corazón de Jesús. La llegada de novicias extranjeras es ya una realidad en varios conventos leoneses. En el monasterio de Santa Clara de Astorga hay una novicia y una postulante que han viajado desde Kenia para profesar los votos de esta orden franciscana de clausura papal. «Tienen que aprender bien el español. Hay que darles tiempo para que sepan a lo que se comprometen», señala la abadesa, Sor Antonia. También hay otra postulante de Astorga.

En el convento están muy ilusionadas con la visita del Papa. «Los jóvenes también pasarán por aquí y haremos una cadena de oración día y noche para que todo salga bien», señala la abadesa. Después de 53 años en el convento no ha vuelto a pisar su pueblo, Robledo de la Valduerna. «Las hermanitas de los pobres, que iban por el pueblo, me decían que tenía cara de monja y, era verdad, a mí me atraía la vida religiosa. Pero mi madre me dijo que no estaba llamada para estar en la calle, tú eres para estar en la clausura, me dijo». Y así fue: «Monja quiero ser», dijo un día. Ella y su prima, de Robledino, señalan que «aquí hemos sido felices y libres».

Tres conventos leoneses siguen la regla de San Benito, ora et labora, que data del siglo VI. Monasterio de San Pedro Apóstol de San Pedro de las Dueñas, Monasterio de la Santa Cruz de Sahagún y Monasterio de Santa María de Carbajal de León. Sólo en este último hay vocaciones. Dos jóvenes novicias.

A Mercedes Díaz, de Granada, «se le caían los libros de las manos» en sus últimos tiempos de estudiante de Ciencias Ambientales. De niña fue muy religiosa, pero estuvo apartada durante muchos años de la fe. «Después comenzaron mis años de estudio en la facultad, y con ellos las salidas nocturnas con los amigos, los cambios, las rebeliones, los nuevos ideales.. pero todo vacío y sin sentido», afirma.

Hasta que, según relata en un testimonio escrito, «un día, en una adoración al santísimo a la que acudí por casualidad, sin esperarlo volví a tener una experiencia importante de encuentro con Jesucristo». Volvió a «sentir la llamada de Dios. Pero, ¿qué debía hacer?, necesitaba a alguien que me ayudase», relata.

Buscó la palabra contemplación en Internet y se topó con el blog de las carbajalas leonesas. Conoció a su maestra de novicias, empezó a preguntar. Atravesó por miedos, inseguridades, luchas... Un año de espera y tomó la decisión. «Rompí con mi vida anterior: amigos, universidad, planes, familia». Una experiencia dolorosa porque encontró incomprensión. Después de quince meses en el monasterio leonés, ocho como novicia, su nueva vida ya es aceptada.

Desde la página web de las Carbajalas se organizaron durante algún tiempo las rutas monásticas por los conventos leoneses para dar a conocer la vida contemplativa a jóvenes que mostraban interés por ella a través de Internet.

Un camino muy distinto al que llevó a esta casa a su actual abadesa y monja durante más de 40 años, Sor María del Carmen. Fue decisiva la lectura de «Dame tus veinte años» en el discernimiento de su vocación. «Ahora no se lo puedo dar a chica de 20 años. El lenguaje que tiene, de aquella época, no le llegaría». Lo está releyendo porque la comunidad se lo regaló el 16 de julio, el día del Carmen. Tuvieron que buscarlo en una librería de viejo.

La relación con personas comprometidas en la fe como el sacerdote de su pueblo, Villaquejida, los ejercicios espirituales y, ante todo, lo que ella llama «inquietud interior» le habían puesto en el camino.

Nunca había pensado ser monja de clausura. Su vocación eran las misiones y trabajar en África. Tras visitar dos casas misioneras en León no halló respuesta. «Me costó llegar aquí. Era una hora intempestiva. Me recibieron doce novicias con su alegría y entusiasmo. Y me dije: Este es mi sitio».

Ha sido portera, hospedera, maestra de novicias y sacó la carrera de magisterio estando en el convento, aunque la principal formación, recalca, ha sido «prepararnos para ser monjas».

Las rejas, del Concilio de Trento. La clausura benedictina es constitucional, es la propia orden la que pone las normas no el Papa. Han tenido colegio y ahora hospedería, albergue de peregrinos y taller de ornamentos, que ha restaurado decenas de pendones leoneses, y confecciona casullas, albas y manteles para las celebraciones eucarísticas. «La clausura no es vivir entre rejas -"aclara-" las tenemos porque aquí estaban pero ahora son un elemento decorativo». Fue el Concilio de Trento, en el siglo XVI, el que impuso las rejas en los conventos de monjas. El Vaticano II, en el siglo XX, cambió su rumbo.

En San Pedro de las Dueñas no tienen novicias y se han visto abocadas a cerrar la hospedería para cuidar a las hermanas mayores. Viven de las pensiones y de las comidas que sirven los sábados por riguroso encargo. Un menú con paella, huevos con salsa, pollo de corral y canutillos cuesta 22,5 euros más IVA, pero «los tenemos más baratos», aclara la abadesa. «Es una vida de entrega y sacrificio, pero vale la pena; es fascinante. Entré con 14 años y no me arrepiento», afirma.

En la provincia también hay tres conventos de Concepcionistas, que celebran este año el quinto centenario de su regla propia. En León y en Villafranca cuentan con dos junioras, una de la India y otra de Santa María del Páramo. En Ponferrada no tienen vocaciones. «La vida es cíclica y creo que ahora estamos en tiempo de siembra», señala María del Carmen Mariñas. Si es buena, habrá «fecundidad, como en otras épocas».

Las Agustinas del convento de San José de Villafranca del Bierzo, que tienen una residencia para niños y niñas cuyas familias no pueden hacerse cargo durante los días de trabajo, tienen dos novicias, ambas extranjeras. Una es de Perú y otra keniata. Antes las vocaciones eran más cercanas. La abadesa, madre Rosa, es fruto del propio colegio. A diario tienen abierta la iglesia de la calle del Agua para las vísperas a las 19.30 horas y los domingos comparten la eucaristía a las 10 de la mañana

También hay una postulante en el convento de las Redentoristas de Astorga, que fue fundado en 1939. Y aquí terminan las vocaciones que este momento se cultivan en los monasterios de clausura femeninos de la provincia (hay uno masculino, fundado en 2001, en Rabanal del Camino).

En el convento de las Agustinas Recoletas de León, cuya fundación data de 1663, hace 18 años que no profesan novicias. Son de clausura papal y mantienen el torno y el locutorio y practican la «alabanza al señor» con un horario cronometrado. Tras derribarse el convento de Santo Domingo, a mediados del siglo XX, estrenaron un cenobio en La Granja que es la casa madre de 29 conventos, dos de ellos ubicados en Kenia y Filipinas.

Tampoco han prendido las vocaciones en las Clarisas Franciscanas de León. En este convento adosado a la muralla romana de la carretera de los Cubos se siguen haciendo primorosos trabajos de encuadernación y bordado. Además, emplean su tiempo en «cuidar a las hermanas».

En la Anunciada de Villafranca del Bierzo también comparten el carisma franciscano. Oficios divinos, laudes, misa y oración se combinan con las tareas de casa y los trabajos de conservación del monasterio que antes que convento fue hospital y cuidan la reliquia de San Lorenzo de Brindis, enviada desde Italia por el marqués de Villafranca, padre de la fundadora, sor María de la Trinidad.

En el Monasterio Premostratense de Villoria de Órbigo, femenino desde 1611, no entran novicias desde hace 40 años. «Somos pocas, veremos lo que Dios tiene dispuesto», señala la abadesa de las «norbertinas», como se las conoce popularmente en honor al fundador, San Norberto.

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