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ETA cumple un año de tregua pendiente de sus presos y de la cita con las urnas
Los servicios de Información creen que la banda sigue viva, pero es más pequeña.
Fue el 5 de septiembre. Tras meses de conjeturas y espera, ETA declaraba aquel domingo a través de un vídeo remitido a la cadena británica BBC el cese de las «acciones armadas ofensivas», un anuncio que se quedaba corto incluso para la ‘izquierda aberzale’, que reclamaba un alto el fuego permanente. La banda terrorista completó aquel comunicado con el pasado enero con el esperado «alto el fuego permanente, general y verificable» que le exigían desde el mundo radical vasco.
Doce meses después de la aparición de los tres encapuchados en las pantallas de medio mundo, la banda sigue viviendo su peor momento operativo. Sólo durante el 2011 y con un organización en casi absoluta inactividad, ETA ha perdido casi medio centenar de activistas (25 de ellos en Francia y 20 de ellos en suelo español) y en marzo vio caer a sus máximos jefes militares y logísticos Alejandro Zobaran, ‘Xarlas’, y Mikel Oroz Torrea, ‘Peru’.
Pero la banda —coinciden los informes de los servicios de Información de la Policía y la Guardia Civil— no está, ni mucho menos, herida de muerte. ETA sigue viva, pero más pequeña: durante este último año se ha empeñado en reducir al mínimo sus estructuras para evitar nuevas detenciones y abaratar al máximo los gastos, ya que desde el pasado 28 de abril anunciara el fin del cobro del ‘impuesto revolucionario’ no consta que haya vuelto a reclamar el chantaje, su principal —y casi única— fuente de financiación.
Los expertos de Interior comparan la ETA del 2011 con un oso en estado de hibernación, que «no se mueve, que parece casi muerto, pero que puede despertar en cualquier momento y seguir siendo igual de peligroso». De hecho —recuerdan— la banda no ha hecho nada por desmontar sus estructuras. Más bien lo contrario: parece especialmente interesada en mantenerlas engrasadas, como demuestra el hallazgo en abril en la localidad guipuzcoana de Legorreta de un millar kilos de explosivos listos para ser usados o la detención en junio en Francia de Iñaki Domínguez cuando regresaba de comprar en Italia costoso material para fabricar bombas.
La ETA de tregua tiene activos aún a medio centenar de activistas ‘liberados’ (fichados), la mayoría en Francia y otros países europeos, aunque esta cifra se reduce día a día, porque en el último medio año han sido varios los etarras que han huido a Sudamérica (casi siempre a Venezuela) hartos de una vida en clandestinidad cada vez más dura y mísera.
Pero las penurias de su medio centenar de activistas en libertad no son la preocupación actual de una ETA en la que el aparato político ha tomando las riendas, sino los cerca de 700 etarras repartidos por las cárceles españolas y francesas (unos 550 en territorio nacional y 150 en territorio galo). Esos reclusos se han convertido, sobre todo desde el pasado julio, en la clave sobre el futuro de la dañada organización terrorista.