Diario de León

Zapatero admite que fracasó en su intento de integrar a los nacionalistas

«La idea de la España plural es España plural, pero España», asegura el presidente.

Rajoy se dirige al presidente del Gobierno, ayer en la sesión de control en el Congreso.

Rajoy se dirige al presidente del Gobierno, ayer en la sesión de control en el Congreso.

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paula de las heras | madrid
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En la recta final de su mandato y ya sin ninguna expectativa política, José Luis Rodríguez Zapatero puede permitirse el lujo de reconocer sin pudor algunos de sus fracasos. El presidente del Gobierno tuvo ayer un arranque de sinceridad en el Congreso durante la penúltima sesión de control de la legislatura y admitió de manera implícita que tampoco él ha tenido éxito en su intento de acabar con las tensiones territoriales ni en su afán específico de que Cataluña se sienta cómoda en España. Un fiasco que achacó a la actitud de algunas fuerzas políticas catalanas.

Ocho años después de aquella frase que marcó su primera legislatura —«apoyaré el Estatuto que salga del Parlamento de Cataluña»— y de haber gobernado gracias al apoyo de una Esquerra Republicana de Catalunya engrandecida, según las tesis socialistas, por la actitud intransigente de los Ejecutivos de José María Aznar hacia cualquier reivindicación identitaria, Zapatero cierra ciclo con un Gobierno de la Generalitat que habla de iniciar una «transición nacional» y las críticas de sus socios primigenios.

«Dijo usted en el 2004 que haría una España tan plural que hasta los independentistas dejaríamos de serlo ¿Qué queda de todo aquello?», preguntó sardónico el portavoz de Esquerra, Joan Ridao. Zapatero respondió tajante: «Debo recordar que la idea de la España plural es España plural, pero España —subrayó— ; por tanto, si pensamos desde una perspectiva diferente en esa idea central quizá no nos pongamos de acuerdo».

Más autogobierno. Su declaración es en el fondo un reconocimiento de que tira la toalla y que ha abandonado la creencia de que iba a ser capaz de «atraer», como él mismo dijo, a aquellos que mantenían posiciones que iban más allá de su propia concepción del país. Y no porque no lo haya intentado.

Uno a uno, desde su escaño, Zapatero fue desgranando todos los gestos que a lo largo de estos años como jefe del Ejecutivo ha tenido para con Cataluña y reivindicando su trabajo en pro de la descentralización: el Estatut; el nuevo modelo de financiación autonómica, y la participación de las comunidades autónomas y de las lenguas cooficiales en las instituciones europeas y en algunas instituciones del Estado.

«Esto es un avance sustancial de lo que entendemos como España plural; son hechos incontestables, aunque seguramente para ustedes siempre insuficientes», se resignó finalmente el siempre optimista jefe del Ejecutivo.

El reproche resignado iba dirigido de manera fundamental a los republicanos, pero lo cierto es que ayer Zapatero también tuvo que oír las quejas de CiU por el modo en el que se llevó a cabo la reforma constitucional hace apenas dos semanas con el respaldo único de PSOE y PP. En su intervención, el portavoz adjunto de la federación nacionalista, Josep Sanchez-Llibre, fue poco incisivo. Pero no hacía ni 24 horas que el presidente de la Generalitat, Artur Mas, había declarado en Madrid que tanto esa reforma como la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut ponen en «jaque mate» el espíritu de consenso de la Carta Magna y que a partir de este momento Cataluña «quiere seguir su propio camino y forjar su propio proyecto».

Zapatero reprochó a los nacionalistas que se hayan pasado parte de la legislatura reclamando acuerdos a los dos grandes partidos y ahora protesten «en vez de arrimar el hombro».

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