Alfonso Salmerón ex escolta en el país vasco
«Sabías que todos los días no podías pisar la misma baldosa»
Hoy vive mucho más tranquilo que en el País Vasco, donde en dos periodos de vida ha sido escolta de políticos del PP. Alfonso Salmerón Papay ha protegido a muchos de los dirigentes populares del País Vasco, como el concejal que ETA había elegido para acabar con él antes de secuestrar a Miguel Ángel Blanco. «Iba con el maquinista en el tren, y al no verlo, los etarras cogieron a Miguel Ángel Blanco», recuerda. Leopoldo Barreda, Carmelo Barrio o Antonio Basagoiti, por poner tres nombres de políticos muy conocidos dentro y fuerza de Euskadi, fueron parte de su trabajo diario.
Alfonso Salmerón reconoce que aquella etapa de su vida fue «muy dura». Más en aquel primer momento de su estancia en el País Vasco, cuando ETA secuestró y asesinó al concejal de Ermua. «Se pasaba mucho miedo, pero te tenías que mentalizar. Era tu trabajo y había que hacerlo bien».
El gran objetivo de un buen escolta, cuenta Alfonso, era no caer en la rutina. «No pensar que todo está hecho. Cada día tenías que revisar de forma concienzuda el coche, la calle...», explica.
Su trabajo era tan intenso que «llegabas a tener una relación muy cercana con la persona que protegías», añade. «Tenías llaves de su coche, de su portal, incluso de su casa».
El fin anunciado por ETA es un paso adelante, en su opinión, aunque advierte: «Al no entregar las armas y disolverse pueden volver mañana. Tienen, por tanto que dar ese paso. ¿Por qué siguen saliendo encapuchados cuando dan un comunicado?, se pregunta. Y es que, aunque Alfonso era escolta, vivía y sentía la sinrazón de los radicales a diario. «Te miraban mal; notabas que eras diferente por el acento, y no te digo nada de los andaluces, a los que se les nota mucho más ese acento tan característico».
En 1999, este leonés regresó a su tierra. Fue después de una huelga de escoltas, en la que al final no lograron sus reivindicaciones. Pero volvió. Regresó al País Vasco en el año 2000, hasta el 2002.
De su estancia, la primera y la segunda vez, recuerda muchas cosas. Recuerda que no había que pisar nunca la misma baldosa de la calle el mismo día. O que había que mirar todos los coches de la manzana cada día. «Recuerdo que un día vi un coche sospechoso cerca de la casa de la persona que protegía. Llamé a Interior y me confirmaron que era un coche robado. Ves que se puede producir un atentado. No pasó, pero es una experiencia que nunca olvidas».
El día que ETA mató a Miguel Buesa en Vitoria, todos los escoltas se dieron cuenta desde el primer momento. «Era una persona que quería mantener su vida personal. Nada más ver la hora que era, ninguno de nosotros lo dudó. Era él».
Sobre todo su novia, hoy su mujer, le empujó a volver a León. «No le gustaba, y era normal. Cuando estás allí, sientes el miedo, pero convives con él a diario. Es así».