La Caja despide a la estafadora
El comité de dirección decide remitir el asunto a los Juzgados por la vía penal, echa a la trabajadora creadora del entramado de fraude y descarta implicaciones de más personas de la entidad .
El caso de la estafa millonaria ejecutada durante diez años por una trabajadora de Caja España-Duero da un nuevo giro con la decisión tomada ayer por el comité de dirección de la entidad. Encabezado por el presidente, Evaristo del Canto, decidió poner el asunto de forma inmediata en manos de los Juzgados de León por la vía penal, algo que según la Caja ya hizo el propio viernes.
Desde hoy, además, María Consolación Suárez ya no será empleada de la Caja tras decidir el comité su despido con fecha de ayer. Un despido que consideran procedente ante «el grave daño causado a la entidad».
La investigación interna abierta por la Caja al tener conocimiento de la estafa apunta, además, que la empleada de la sucursal de Michaisa actuó sola. Ella creó la red a principios de la década pasada apoyándose en relaciones de confianza, incluso en miembros de su propia familia, para tejer el entramado. De esta forma, el comité descartó que haya más personas de la entidad involucradas en esta estafa piramidal, calculada en alrededor de 2,4 millones de euros y una veintena de afectados.
Será la vía judicial quien determine si la Caja debe indemnizar o no a los estafados, ya que en ningún caso tomará la decisión por su cuenta a pesar de que algunos de ellos estén convencidos de que presentando documentación en la que pueda leerse el nombre de la entidad, ésta se responsabilizará.
De todas formas, según ha podido conocer este periódico, las pruebas de la mayoría de los estafados se reducen a unos cuantos «sms» remitidos por María Consolación. Cuando muchos comenzaron a pedirle cuentas y algunos a reclamarle lo invertido al no ver rentabilidad alguna, la trabajadora de la sucursal de Michaisa les pidió la documentación con la excusa de actualizarla y no volvieron a verla.
La relación de confianza bastaba para los captados en la trama, que se fiaron en todo momento de la palabra de esta empleada de la Caja. Las sospechas del negocio de «Mari», como todos la llaman, comenzaron hace un año y medio cuando empezó a dar una excusa tras otra para explicar el destino y el rendimiento de los fondos que sus «clientes» habían aportado a lo largo de la última década. Un empleado de la propia Caja detectó movimientos extraños que comunicó. La investigación interna comenzó en esos momentos para desentrañar el asunto.