Lázaro, el oso que levantó las esperanzas hace 20 años

En enero de 1992 los vecinos de Polvoredo dieron la voz de alarma a la guardería de la Reserva de Caza de Riaño. Un oso deambulaba por el valle. Desnutrido y decrépito, el plantígrado fue trasladado a la Facultad de Veterinaria de León tras montar un operativo espectacular para su captura. «Si se levanta le pondremos Lázaro», dijo el jefe de Especies Protegidas de la Junta. Apenas pudo levantarse con sus extremidades superiores. Las inferiores las tenía afectadas por una artrosis galopante. Con una edad cercana a los 20 años, rayaba la ancianidad. Murió poco después sin poder jubilarse en el zoo madrileño que le prometieron. Lázaro realizó una gran aportación a la ciencia y a los de su especie al levantar las esperanzas sobre la conectividad entre las dos poblaciones oseras de la Cordillera Cantábrica. Los análisis genéticos confirmaron que pertenecía al núcleo occidental. Y apareció en la oriental. El primer oso migrante identificado en décadas desveló que «el aislamiento entre las dos poblaciones no era completo», apunta Ignacio Doadrio, investigador del CSIC en el Museo de Ciencias Naturales en un artículo de Quercus que aboga por mantener un corredor efectivo en cuanto a hábitat y protección.