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ramón gorriarán | madrid
León

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El XVII Congreso Nacional del PP se clausuró ayer en Sevilla a mayor gloria de Mariano Rajoy. Es un líder tan indiscutido como en su día lo fue José María Aznar, pero con bastante mayor poder político y territorial que su mentor. ¿Quién se lo iba a decir tras las amargas horas vividas en junio del 2008 en el cónclave de Valencia? Es lo que tienen las victorias y el poder, que convierten en príncipes a los sapos y en carrozas a las calabazas.

Rajoy fue reelegido presidente del PP con el 97,5% de los votos, unos pocos menos que los que obtuvo Aznar en su triunfal congreso del 2002, cuando cosechó el 99,6% de los apoyos. Pero lo sobresaliente es que el presidente del Gobierno consiguió el respaldo de los que otrora fueran sus críticos. En Valencia fue ungido líder por el 84% de los compromisarios, 13 puntos menos que ahora.

La gran diferencia con Aznar es que Rajoy dirige el partido con más poder en la historia reciente. Disfruta de mayoría absoluta el Congreso y el Senado; gobierna en 11 comunidades y es muy probable que dentro de un mes Andalucía se sume al botín territorial; tiene la alcaldía de todas las grandes ciudades, salvo Zaragoza y Vigo. El PSOE, que debería ser su contrapeso, está noqueado y con visos de no levantarse en algún tiempo. ETA está en fase de extinción y su futuro es más jurídico y político que cualquier otra cosa. «Así se las ponían a Fernando VII», comentaba hace poco un diputado socialista.

Así, las decisiones y medidas que toma y tomará Rajoy no tienen contestación interna aunque sean de tan difícil digestión como la reforma laboral y las subidas de impuestos. No hay ‘pepitos grillo’ en el PP. La docena de votaciones que hubo en la capital andaluza fueron unánimes.

El líder del PP aprovechó su paso por Sevilla para decir adiós a su partido hasta dentro de cuatro años. Lo ha dejado en manos de Cospedal, con un equipo directivo a su medida y sin que nadie le haga sombra.