El obispo se adelanta a los alcaldes
La Diócesis de León inicia la fusión de parroquias y dibuja un nuevo mapa que concentra la actividad de 757 templos en 58 unidades pastorales más aperturistas.
Las parroquias se han adelantado a los municipios. La Diócesis de León dibuja un nuevo mapa para fusionar la actividad principal de sus 757 templos y anejos en 58 unidades pastorales que optimicen sus escasos y envejecidos recursos humanos. El tono aperturista de la reforma no sólo hará de estas parroquias un centro de culto o un punto de encuentro para preparar los sacramentos —lo común hasta ahora—, sino que formará grupos de feligreses para que se hagan cargo de la atención de enfermos y ancianos del entorno cercano o para que participen en labores sociales con ONG como Cáritas. Los nuevos tiempos obligan a un cambio de criterios y normas. Y el obispo de León, Julián López Martín, ya lo ha desencadenado a través de un decreto que firmaba el pasado 27 de diciembre para actualizar el número y las funciones de las parroquias. La disminución y el envejecimiento tanto de la población rural como de los sacerdotes dedicados al ministerio parroquial son sólo algunos de los motivos.
Pero, ¿desde cuándo no se sostiene el tradicional sistema de parroquias? Monseñor López Martín cree que hay que echar la vista medio siglo atrás. Con el episcopado de Luis Almarcha, todas las parroquias de la diócesis quedaron dentro de la provincia de León, algo que no ocurrió con la Diócesis de Astorga, con muchos centros parroquiales y anejos en Galicia y Zamora. Esto sucedía en 1956. Ya en 1959 había 746 parroquias estructuradas en 42 arciprestazgos, sumando 339.000 feligreses atendidos por 564 sacerdotes. En 1981, siendo obispo Fernando Sebastián, había 773 parroquias, pero en 25 arciprestazgos; los feligreses eran 318.374 y los sacerdotes diocesanos, 537. A fecha de hoy, las parroquias son 757, los feligreses 306.629, los sacerdotes diocesanos 294 y los arciprestazgos trece. En resumen, que prácticamente hay más parroquias y menos sacerdotes que nunca.
No sólo es vocación
«La respuesta al por qué de la progresiva reducción de arciprestazgos cuando la población apenas ha tenido variación en cuanto al número total de feligreses está, en primer lugar, en el descenso progresivo del número de sacerdotes, que han bajado de los 564 del año 1959, cuando entonces casi todos estaban en activo, a los 294 de ahora, de los cuales están jubilados 92, y entre los restantes, teóricamente en activo, hay un porcentaje que han superado ya los 75 años señalados actualmente para la jubilación. Pero, además y en segundo lugar, es patente el despoblamiento del mundo rural porque las familias se han trasladado a la capital», reflexiona López Martín. Se sigue teniendo casi el mismo número de parroquias que en 1959, la inmensa mayoría rurales y con escasísima población en más de la mitad de éstas.
Todos estos fenómenos han obligado a reestructurar los servicios pastorales, comenzando por la reducción de arciprestazgos por la vía de sumar los limítrofes, caso de Babia y Laciana, Curueño y Porma o La Valdoncina y La Virgen del Camino. Y ahora también las unidades pastorales, que pasan de 88 a 58. Estas unidades no están concebidas como una reforma estructural del territorio, que es lo que ocurriría con la debatida fusión de municipios, sino que es una «propuesta de trabajo en comunión para la misión», según recoge el decreto del obispo. «Sin duda se requiere —pide monseñor López Martín especialmente a los presbíteros y diáconos permanentes que tengan dedicación parroquial— una actitud de apertura a la colaboración de la vida consagrada y de los seglares para crear equipos pastorales en los que estén presentes estos carismas y sus correspondientes funciones eclesiales». Y —aquí viene lo novedoso del documento episcopal— esta receptividad debe ser la respuesta a la «descristalización» de la sociedad y a «la petición, por parte de la Iglesia msima, de una pastoral más misionera y en línea con la nueva evangelización».
De pueblo en pueblo
La reforma mantiene a los sacerdotes rurales especialmente activos. Francisco José Pérez —don Paco le llaman en La Vecilla— es uno de los cuatro curas que atienden todas las parroquias de la ribera del Curueño hasta Redipuertas. Cientos de kilómetros cuadrados salpicados por pueblos de montaña, la mayoría envejecidos o infrahabitados durante el invierno. Aunque son cuatro, él dice que en realidad son «tres sacerdotes y medio», porque dos de ellos también se encargan de la parroquia del Rosario, en la capital leonesa. «Un domingo se queda Toribio en León y yo voy a los pueblos y al siguiente cambiamos», comenta este cura, quien por su edad (41 años) debe ser uno de los principales activos de la Iglesia Católica en León. De su zona, con 27 parroquias del arciprestazgo Curueño-Porma, se encargan, además de él y Toribio, José Robles, que lleva los pueblos de Valdelugueros, y un padre agustino que reside en La Cándana. «Es una oportunidad, un buen momento para que la Iglesia realce el valor del laicado», sostiene Francisco José Pérez. A corto y medio plazo, la situación no va a mejorar, dado que dos de los sacerdotes citados tienen más de 75 años de edad. «Lo que no vamos a hacer es dejar a los pueblos de la mano de Dios», advierte. Para ello ya están manteniendo reuniones con la feligresía, de manera que «serán equipos de personas» los que se responsabilicen a partir de ahora de la parroquia, y no exclusivamente el sacerdote, como ocurría hasta ahora. «Hay que comunicar que esa es la situación que hay, que la culpa no la tiene el cura». No es una tarea fácil porque el sentimiento de parroquia aún está muy arraigado en los pueblos de León. «Es un cambio de mentalidad porque, hasta ahora, toda la actividad pastoral se relacionaba con la parroquia. Y, a partir de este momento, las parroquias serán un complemento de la unidad pastoral como un conjunto. Ya no sólo será el cura, sino que un equipo de personas tendrá que llevar la actividad principal de su parroquia porque es que el sacerdote, visto los datos estadísticos, no va a poder llegar a todas».
Y no le falta razón. La media de edad de los 296 sacerdotes incardinados en la diócesis es de 68,44 años. La media de los que están en activo es de 65,41, años de edad. Y, aunque nadie se lo pide, reaccionan vocacionalmente. «Hay muchos sacerdotes que han rebasado la edad de jubilación, 75 años, y siguen voluntariamente en activo. El obispo no puede obligarles a que se jubilen. En estos casos yo les pido que se queden solamente con la parroquia donde viven, pero no siempre aceptan», explica monseñor López Martín. Con menos de 65 años —edad de la jubilación en el ámbito civil— hay exactamente 62 sacerdotes de los 202 que están de hecho en activo.
Sin relevo a corto plazo
El relevo generacional tampoco es posible. En el Seminario de San Froilán hay seis seminaristas, dos de ellos han terminado ya los estudios y recibirán próximamente el diaconado y, pasados seis meses al menos, el presbiterado. En el Redemptoris Mater Virgen del Camino hay 18, uno de ellos ya con los estudios terminados y en la etapa de itinerancia. «Espero que dentro de un año reciba el diaconado», pide el obispo.