¿Va en serio Convergencia?
El giro soberanista del partido que preside Mas tensa las relaciones entre Cataluña y el resto de España. Está por ver si la independencia es amenaza táctica o aspiración real.
¿Se puede proclamar la plena soberanía nacional como objetivo político y a la vez gobernar de la mano del PP? Sí en el caso de Convergència Democràtica de Catalunya (CDC), el socio mayoritario de CiU, que hace una semana consumó su giro independentista en un congreso que muchos califican ya de histórico.
Lo que queda por dilucidar es si la independencia soñada por los convergentes y reivindicada durante el cónclave bajo la figura del «Estado propio» es una amenaza táctica o una aspiración real.
«El giro soberanista, creo que obedece a una estrategia política de posicionamiento en el contexto político catalán. Es decir, no se trata tanto de la constatación de una decisión firme y definitiva sobre el objetivo inmediato de CDC, sino el establecimiento de un referente político a muy largo plazo sobre el que se podrá construir y modular el discurso político estratégico», afirma Josep Mª Reniu, profesor de Ciencias Políticas y de la Administración de la UB.
A su entender, CDC «va todo lo serio que puede ser fijar un horizonte casi inalcanzable pero que su visión puede insuflar ánimos y motivación en determinados momentos políticos puntuales en que las negociaciones con el gobierno de Rajoy (o con el PPC de Sánchez-Camacho) hagan necesario tensionar temporalmente la situación para obtener réditos políticos puntuales e inmediatos».
«La deriva soberanista, proclama Toni Aira, profesor de Comunicación Política y de las Instituciones Públicas en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), responde a un cálculo sobre su militancia y su electorado»
Encuestas
«Han constatado que las encuestas reflejan que una parte del centro político en Cataluña se ha escorado hacia el soberanismo», apunta. «Considero que la apuesta es firme», añade. Aira esgrime cuatro argumentos: por coherencia con lo que Convergència lleva diciendo desde hace tiempo, porque creen que en España cada vez es más difícil de avanzar en el autogobierno, por conexión con parte del electorado y también porque Artur Mas no se ha caracterizado nunca por ejercer un liderazgo de gesticulación.
«Siempre dice lo mismo, ya sea en Madrid como en Cataluña. No acostumbra a lanzar brindis al sol», apunta. Reniu cree, no obstante, que hay mucha estrategia a corto plazo. «Ese posicionamiento supuestamente soberanista sirve a un objetivo doble: por un lado no perder a un cierto electorado que en su momento había abrazado la causa independentista liderada por ERC y, por otro lado, armarse con las que podríamos llamar amenazas de salida creíbles para poder negociar con mayor fortaleza ante un PP que, con mayoría absoluta, podría imponer cualquier tipo de decisión», explica.
Y la negociación que centra todos los esfuerzos en estos momentos es la del pacto fiscal, el objetivo número uno de la legislatura para Artur Mas y la primera estación convergente de la transición nacional hacia la plena soberanía. Su reclamación es inminente y el Govern estaría preparándose para plantear un ultimátum en breve (vía consulta popular o apelando a una Hacienda propia como hizo Mas en el congreso), antes de final de año.