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Constancio González Premio Castilla y León de Investigación Científica y Técnica1397124194

«Esta sequía económica no dejará madurar el fruto del huerto científico»

Tras cuatro décadas dedicadas a mitigar la falta de oxígeno, hoy se encuentra más ahogado que nunca. Percibe que la sequía económica dejará el huerto científico como un paramero leonés. Se siente engañado porque «todos los políticos han mentido a la Ciencia», al anunciar que aumentarían unas inversiones que, ahora, desaparecerán. A pesar de reconocer que siempre ha contado con financiación, hace tiempo que se siente como «un mendigo pidiendo limosna a la puerta de Cáritas».

Constancio González en el laboratorio que ha sido su casa durante cuarenta años.

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piluca burgos corresponsal | valladolid
León

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Aquejado de artrosis, pero con la misma ilusión que un mozo, Constancio González se pone en pie en su austero despacho para saludar con el mismo ímpetu que le ha caracterizado como investigador fisiológico durante 40 años. (Dice, entre risas, que seguirá dando charlas aunque tenga que ir en silla de ruedas y que no se jubilará mientras sus neuronas funcionen).

Antes de comenzar la entrevista deja claro que sus investigaciones son el fruto del trabajo de un «extraordinario equipo», que tiene como seña de identidad la constancia. Una constancia que, en ocasiones, «roza la obsesión», confiesa.

Su tesón por averiguar el funcionamiento exacto de un sensor llamado cuerpo carotídeo —que alerta y regula la falta de oxígeno en sangre— servirá de legado a aquellos enfermos con patologías pulmonares que cursan con hipoxia. Su trabajo ayudará a curarlas.

Eso sí, teme por la Ciencia y se muestra preocupado por el futuro laboral de su equipo.

—¿Cómo se enfrenta a la crisis?

—Mi proyecto actual se termina en noviembre. He estado disfrutando de él desde 2007, porque yo creía que en estos cinco años se habría acabado la crisis, pero no ha empezado. Ahora siento mucho desánimo, porque me siento como si estuviese con la mano tendida a la puerta de Cáritas. Viendo cómo está el país, pedir dinero para investigación… Pero, es que no se puede dejar, no se puede dejar. Y con esto los políticos cometen un grave error.

—¿Esta situación le reconcome?

—Llevo mucho tiempo pensando en cómo se actúa con la investigación, no es de hoy. La situación en España, yo la dividiría en tres etapas y la compararía con la británica o la americana. Su campo de investigación, entendiéndolo como si se tratase de un huerto, el de estos países cuenta ya con más de 120 años de crecimiento. Entonces, tienen unos árboles que dan todo tipo de frutas, manzanas y granadas exquisitas. Además, cuentan con canales de riego.

—Y, ¿en España?

—Hasta que se crea la Anep en el 86 (La Agencia Nacional de Evaluación y Prospectiva del Ministerio de Ciencia e Innovación), nuestro jardín era una paradera de esas leonesas con un arbusto perdido al fondo, entonces llegaron unos pequeños canalillos de riego y se plantó algún árbol. Ahí es cuando comprobamos que podíamos tener un huerto de ciencia. Poco a poco, fuimos creciendo y dimos frutos a nivel de productividad. Para la inversión que España hace en esta materia, inferior a la media europea, ha dado muchos frutos, pero todavía están verdes y con la crisis no van a madurar.

—¿Cómo se siente ante esta sequía económica?

—Como si me estuviesen reventando los canales de riego y destrozando las presas. Los árboles terminarán por secarse.

—¿Ha llegado la falta de financiación cuando más florido estaba el huerto?

—Así es, además hay un riesgo enorme de que el esfuerzo de años anteriores decaiga. No sólo por lo que dejaremos de hacer, sino por lo que avanzarán los demás. No habíamos llegado a dar la productividad de generar frutos. Los frutos son las patentes y la aplicación directa a la sociedad. Nosotros sólo hemos generado muchísimo conocimiento, pero quedaba el último empuje. Nadie sabe el esfuerzo que hemos hecho los científicos. Los políticos deben rectificar.

—La investigación es una utopía...

—Porque los políticos nos han engañado, nos han engañado todos, llevan diciendo que nos aproximaremos a Europa en el tanto por ciento dedicado a la investigación del PIB desde el 84 u 86, y ni Felipe González, ni Aznar, ni Zapatero ni nadie lo ha hecho. En esta época de crisis se puede aceptar que haya que apretarse el cinturón, pero creo que van a asfixiar el trabajo realizado y que nos van a situar en un escalón más abajo respecto a la coyuntura mundial en investigación.

—Ante tal futuro laboral, ¿cómo se convence a los jóvenes para que se animen a hincar los codos?

—El panorama no es bueno para nadie, tengo en paro a dos de mis hijos y a otra, que es médica, trabajando con contratos de seis meses, después de doce años de formación. La misión debe ser de los que estamos crecidos, tenemos que decir al país, independientemente de cuestiones políticas, que esto no puede seguir así. No puede ser que no se apoye económicamente el esfuerzo formativo. Los políticos deben apostar por las actividades próximas al espíritu y a la cultura.

—¿Cuál ha sido su mejor etapa como investigador?

—La de postdoctorado. La mayor parte experimental de mi tesis la hice en Estados Unidos y los primeros cuatro años… Cuando uno tiene 25 o 28 años, uno está seguro de que va a ser premio Nobel. Tienes toda la energía del mundo y la pones. Es entusiasta, es batallador… Luego llegas a los treinta y te dices: bueno, el Nobel no, pero a lo mejor… Y, finalmente, llegas a los 62 con el premio Castilla y León, con el que estoy tremendamente ilusionado.

—¡Bendita juventud!

—Lo único que hay que hacer con esos años es trabajar, aprender y disfrutar, porque el cuerpo te da la facilidad de hacerlo. Me lo pasé tan bien.., todo lo bien que pueda decir es poco, pero todas las horas que yo trabajé también son pocas. Cada noche durante muchos años me iba a casa a cenar a las nueve, volvía al laboratorio a las doce de la noche, apagaba unas máquinas, y otra vez para casa. A las ocho de la mañana ya estaba otra vez allí.

—Y, ahora, ¿las nuevas generaciones apuestan por la investigación?

—Los últimos médicos que hacen investigación en la facultad de Medicina de Valladolid son dos compañeros de mi equipo, que son unos fuera de serie. Ahora, los jóvenes se van a la actividad clínica. Es que el sentido de la inmediatez de la medicina es muy emocionante. Además, no hay dinero para becas y así es más difícil meterles el gusanillo en el cuerpo.

—¿Qué cualidades son las que tiene que tener un buen investigador?

—Serenidad y dedicación. La dedicación es vital y debemos tenerla las 24 horas del día. Anda, que no he hecho diseños experimentales los domingos paseando con mis hijos o al tiempo de irme a la cama en vacaciones de verano…

—¿Vocación u obsesión?

—Se mezclan, están muy próximas. Pero la satisfacción que me da cuando la gente joven te pregunta el porqué de cada experimento no tiene precio.