Los políticos echan de menos más liderazgo y mayor concreción

Un año después de que brotara en la calle el espíritu de la indignación, una senadora, dos diputados nacionales y un diputado autonómico diseccionan las entrañas de lo que fue el movimiento del 15 de mayo. El diputado de CIU, Carles Campuzano, destaca que la espontaneidad de las protestas enlazaba con cambios más profundos que venían consolidándose desde hacía tiempo. Entre ellas cita la dificultad de los partidos, los sindicatos y las grandes organizaciones sociales de representar a los ciudadanos, sensación de impotencia de la política ante la dinámica económica o la búsqueda de nuevos espacios de participación.

Su colega del PNV, Aitor Esteban, también asume el «hartazgo social» hacia los grandes partidos políticos al calor de la crisis económica y la senadora y presidenta de Nuevas Generaciones del PP, Beatriz Jurado, reconoce que se trató de un «momento excepcional» en democracia, «un movimiento social no dirigido por fuerzas políticas y sindicales».

«Sería una necedad negar que el 15M existió y generó un malestar profundo», reconoció esta semana Alfredo Pérez Rubalcaba. El hecho más evidente es que, en estos doce meses, algunas de las propuestas recogidas en las acampadas de toda España tuvieron eco en el Parlamento. Ahí está el Código de Buenas Prácticas para que los bancos faciliten la dación en pago de la hipoteca o la ley de Transparencia,  la recuperación del Impuesto sobre el Patrimonio u otras medidas de control de gasto de las administraciones motivadas por la situación económica, no por la presión del 15M. En todo caso, la impresión de Campuzano es que «las expectativas eran superiores y la agenda apenas ha cambiado», mientras que para la senadora Jurado muchas de las reivindicaciones de los indignados «ya estaban antes en el escenario político».