«Este encierro va para largo»
Ocho mineros del grupo Santa Cruz no saldrán del pozo hasta lograr una solución definitiva para el carbón.
A Blanca Fernández le llamaron ayer los compañeros de trabajo de su marido. No había accidente, no pasaba nada grave, pero Alfredo Carro no saldría a las tres de la tarde del pozo con el resto de sus compañeros. Ocho mineros del pozo Santa Cruz de Uminsa iniciaron ayer un encierro. Sin fecha de salida. Ocho mineros que no verán la luz del día hasta tener una solución firme del sector del carbón. Hasta que el Gobierno recupere las ayudas a las empresas y «hasta que se garantice un plan de futuro que concrete las toneladas extraíbles y a quién se deben vender». Hace una semana que la idea se paseaba por la cabeza de los mineros del Grupo Santa Cruz y ayer decidieron no esperar a la reunión de Oviedo. «Estamos defendiendo nuestro puesto de trabajo y los compañeros van a aguantar ahí debajo todo lo que haga falta», explicó el presidente del comité de empresa, Enrique Gómez.
Nada más entrar a la mina a las ocho de la mañana se concretó el encierro. La mayoría de los 73 mineros que bajaron en el turno apostaba por quedarse, pero finalmente se decidió que Segundo Porto Giráldez, José Antonio Pérez Molina, José Pérez Castillo, Víctor Manuel Almeida da Costa, José Araújo Rodríguez, Eduardo González Álvarez, Alfredo Carro González y Primitivo Basalo se quedarían en el travesal del caleyo 5 sur, a 25 minutos en vagonetas de la bocamina. La actividad se paró para los 160 mineros del grupo.
Los compañeros comenzaron a avisar a las familias. Todos los mineros que ya han pasado su primera noche en el pozo de Santa Cruz del Sil tienen entre 30 y 45, están casados y son padres. «Este encierro va para largo, esta vez a ser muy duro, pero somos peleones», dijo Blanca Fernández, tras hablar con su marido por el telefonillo que comunica la mina con el exterior. Como el resto de las familias, la mujer de Alfredo Carro acudió ayer a la bocamina con mantas, camisetas térmicas, comida, sacos de dormir y productos de higiene para los encerrados. «Mi hijo el pequeño ha preguntado si papá no iba a venir a dormir, pero el mayor, con 12 años, ha dicho que ahora él iba a cuidar de nosotros porque sería el hombre de la casa», dijo Blanca Fernández. Todos lo han asumido con resignación. José Basalo, el padre de Primitivo, trabajó cuatro años en la mina en la que ayer se encerró su hijo antes de emigrar a Alemania. Era incapaz de hablar, de contener las lágrimas tras hablar con su hijo. Elena Cerezales es la mujer de José Antonio Pérez: «Están bien, dentro de lo que cabe».
«Esta situación es insostenible. La empresa ya nos debe media nómina. ¿Tenemos que esperar como en el 2010 a que nos deba tres?», arremetió el presidente del comité de empresa, quien exigió que se cumpla con el plan de carbón pactado o que se aborde un plan de cierre.
«Los encerrados muy están animados, son luchadores», comentaban los compañeros de turno los encerrados en la bocamina, mientras recordaban la marcha minera del 2010 y hacían balance de lo poco que había mejorado el sector desde aquella lucha.