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LEÓN EN ZONA DE GUERRA. ENTRE ESPÍAS, GUERRILLA Y WOLFRAMIO

Los aliados tildaron a los leoneses de monárquicos en la II Guerra Mundial

Informes del ‘Foreing Office’ muestran cómo veía a la provincia el bando aliado durante la contienda.

Fundadores del Federación de Guerrillas León-Galicia en Ferradillo (Ponferrada) en 1942.

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ana gaitero | león
León

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Ni rojos, ni falangistas. Para los aliados, entre León y Asturias los habitantes eran mayoritariamente «monárquicos». Así se desprende del contenido de los documentos del National Archives de Londres, situado en Kew Garden a las afueras de la metrópoli, hallados por los historiadores Javier Rodríguez y Emilio Grandío.

En uno de los informes que sacan a la luz en su libro War Zone , que se presenta en León esta semana, señalan que durante la II República las ideas del Frente Popular no echaron «raíces sólidas», algo que achacaban a que el nivel educativo «no era muy alto».

Los investigadores ponen de relieve en este trabajo financiado por el Ministerio de la Presidencia que la zona noroeste de la Península Ibérica «se convirtió en una pieza fundamental de la estrategia» de la II Guerra Mundial tanto para el bando aliado, como para el Eje.

Los espías y colaboradores que trabajaron para británicos y americanos —en León la policía franquista desmanteló la red de espionaje San Miguel y ejecutó a su cabecilla— informaron que las doctrinas falangistas habían «tocado el corazón» de las gentes del noroeste en el inicio de la revolución, pero «ahora» —en la posguerra coincidente con la II Guerra Mundial— las «rechazan por su inherente tradicionalismo».

Huidos y guerrilleros

Con estas premisas explican el fenómeno de la guerrilla y de los huidos. «Muchas personas de los pueblos en la provincia de León, y en los del sur de Galicia, han escapado a las montañas para no sufrir los agravios continuos de las autoridades de Falange. Esto ha hecho que el Gobierno declare la mencionada región montañosa ‘zona de guerra’».

Los autores de este informe, de 1943, hablan de la superioridad de las fuerzas rebeldes frente a la persecución de las fuerzas franquistas. «Las compañías de tropas moras y la policía armada, del mismo modo que numerosos guardias civiles, son ancantonados en el distrito, aunque puede decirse que con escaso resultado, porque si en cualquier momento irrumpen en las montañas para acorralar a los rebeldes, por lo general se llevan la peor parte», reza el informe.

Efectivamente, en los límites de León y Galicia se gestó la federación de guerrillas León-Galicia, el primer foco de resistencia al franquismo. En diciembre de 1941 se firma el primer reglamento de la Federación de Guerrillas Populares, que en la primavera de 1942 se oficializa con la creación de la Federación de Guerrillas León-Galicia. Sin embargo, está compuesta por gentes de ideas muy plurales —socialistas, cenetistas, comunistas, etc.— con «un sentido nacional de lucha».

Luchaban con la esperanza de una intervención aliada en España y «estrecharon sus contactos con los servicios diplomáticos, los servicios de espionaje y las redes de evacuación aliadas».

Entre dos aguas

El agente inglés Alexander Easton fue uno de los colaboradores de la guerrilla «y los consulados de Vigo y A Coruña mantuvieron frecuentes contactos e intercambios de información con militantes de las organizaciones políticas clandestinas», indican.

Los editores de War Zone creen que ni el bando aliado ni Hitler tuvieron interés en que España entrara en la contienda. «Hitler pensaba que la no beligerancia de España era más ventajosa que su intervención directa en el conflicto bélico», subrayan.

Sólo el interés estratégico de Gibraltar y Canarias comprometía esta posición. De hecho, Hitler la posibilidad de ocupar Gibraltar en la Operación Félix. Pero Franco «insistía en que esa ocupación tenía que hacerse con tropas españolas asaltando la Roca. Y puso un precio alto a su potencial compromiso con el Eje: un nuevo imperio colonial en el norte de África».

Franco nadó entre dos aguas y nunca desafió a Gran Bretaña —subrayan los historiadores— porque «la amenaza de una invasión alemana por la zona costera norte de la península nunca fue desechada durante aquellos años por el régimen franquista». De hecho, Franco se ocupó de tener bien vigiladas estas costas «como prevención ante una posible invasión marítima: alemana o aliada», añaden los profesores de la Universidad de León y la Universidad de Santiago de Compostela.

La «guerra silenciosa» que libraron las potencias de uno y otro bando en el noroeste de España tuvo un frente económico de primer orden: la explotación del wolframio, «mineral por el que los países en conflicto entraron en guerra comercial y diplomática de insusitado alcance».

La guerra del wolframio

El «oro negro» propició, a partir de 1942, asistencia económica de los aliados a España: petróleo a cambio de wolframio. Unas 15.000 personas trabajaron en las minas en Galicia —90% de la producción— León, Salamanca y Extremadura.

Para Alemania también era crucial: «El wolframio es para nosotros como la sangre para el hombre», afirmó el embajador. En 1943 los aliados lograron que Alemania sólo comprara en España el 10% del wolframio que necesitaba. Pero siguieron presionando a Franco. En 1944, Churchill y Roosvelt le dan su apoyo.

El libro War Zone (Eneida) será presentado el jueves 31 en la Fundación Sierra Pambley (20.00 horas) por el rector de la ULE, José Ángel Hermida, los editores y Francisco Carantoña, patrono de la fundación.

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