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LEÓN LUCHA POR LA MINERÍA. Los ocho de Santa Cruz

El encierro al aire libre

Las esposas permanecen fieles todos los días en la bocamina sentadas en dos bancos.

El banco que mira a la bocamina, ocupado por algunas de las mujeres de los encerrados.

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A. Calvo | ponferrada
Ponferrada

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José Antonio Pérez Molina, José Pérez y José Araújo. Eduardo González, Víctor Manuel Almeida y Segundo Porto. Primitivo Basalo y Alfredo González Carro. Ellos son los ocho mineros que permanecen encerrados en San Cruz del Sil desde el pasado 21 de mayo. Sin ver la luz del sol para exigir al Gobierno un plan de futuro para la minería. Ellos están encerrados y hoy se enfrentan a su noveno día en la mina.

Las mujeres de los encerrados también son luchadoras y también exigen que se apoye al carbón. Allí, en la bocamina, permanecen fieles todos los días desde que comenzó este encierro. Dos bancos a la entrada de la bocamina se han convertido en su salón, su cocina y su casa. Llegan a las diez y media de la mañana y se van a las 14.00 horas, organizando siempre su estancia al horario escolar de sus hijos. Por la tarde, no acaban de recoger cuando ya salen de nuevo para el pozo de Santa Cruz. Allí están desde las cinco de la tarde hasta las nueve y media. Sentadas en los bancos, hablando sobre sus maridos, de la situación de la minería y sobre todo, «dándonos ánimos unas a otras».

Cuando los pequeños no tienen clases o actividades extraescolares por la tarde, también suben a la bocamina. Ayer el hijo de 7 años de Ana Pereira y Segundo Porto jugaba al fútbol con un amigo. Otros días, los cuidan sus familiares, para que sus madres vaya a Santa Cruz a exigir una solución para el carbón. Los niños no son del todo conscientes, pero saben que algo pasa. El otro día, el hijo de Segundo le dijo a su madre: «Mamá, ¿cuándo viene papá? ¿Por qué está ahí encerrado? ¿Cuándo sale de la mina?», a lo que Ana Pereira le contestó: «Hijo, tu padre está luchando por su puesto de trabajo». Aunque la respuesta fue contundente, el hijo del minero sigue echando de menos a su padre. Por eso, en homenaje a su afición compartida, los cómics, ayer le envió unos dibujos de Asterix y Obelix, dándole todos los ánimos que un hijo puede dar a su padre y a sus compañeros.

Las mujeres están sentadas en el banco pero no paran. Diseñan camisetas, pintan pancartas, organizan la intendencia. También escriben cartas al ministro de Industria, Juan Manuel Soria, y al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, para que conozcan de primera mano qué pasa en la mina y cómo están las cuencas. Cuando se van a la cama, siguen pensando en el interior de la mina.

El catarro de Alfredo González Carro va mejorando. Su mujer Blanca Fernández así lo confirma. Como el resto de las mujeres habla con los encerrados por la mañana y por la tarde. Se cuentan el día a día. Lo que pasa en el travesal del caleyo cinco sur y las novedades que llegan a la bocamina.

«Ya sé lo de la Ponferradina». «Qué, ¿ya sabes lo de la Ponferradina?», le dijo ayer Blanca a su marido nada más descolgar el telefonillo. La repuesta fue rapidísima: «Sí, sí. Claro que lo sé, la Ponferradina ganó». Sus compañeros, esos con los que baja a Ponferrada los días de partido pararon cuando regresaban a su casa para informarle de la victoria de su equipo, que todos los encerrados celebraron.

Los ocho de Santa Cruz parece ser que tienen un asunto pendiente. Ponerle un nombre a la mascota de peluche que les bajaron sus compañeros el fin de semana. Es una réplica de un cachorrito que acaba de parir la perra de Alfredo y parece ser que los encerrados aún no lo han bautizado.