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león lucha por la minería. los ocho de santa cruz

«Esta noche van a caminar»

Los ocho mineros encerrados se preparan para resistir una temporada larga bajo la montaña dando paseos por las galerías del pozo Santa Cruz antes de acostarse .

Un compañero de los encerrados sale de la mina con la olla del almuerzo que han tomado.

Ponferrada

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Les han llevado libros de poesía, un jamón, la ropa limpia, el bocadillo, la comida caliente. Y antibióticos, porque Alfredo González, uno de los ocho mineros de Uminsa que ayer superaron los diez días encerrados en el pozo Santa Cruz, tiene bien agarrado un catarro.

Sus siete compañeros están bien de salud después de que se hayan sometido a un nuevo reconocimiento médico. «Todos están con fuerzas y con ganas», cuenta su compañero de tajo Justiniano Fernández, a quien todos llaman Tito en la mina, después de salir de la boca del pozo en la vagoneta con la que les han acercado la comida caliente. Ayer fue un bar de Alinos el que se encargó de cocinarles un revuelto de champiñones y carne guisada. Para la cena, se tenían que conformar con bocadillos.

La boca de la mina es una vigilia constante. Además de los compañeros que en tres retenes recorren los tres kilómetros de galerías para llevarles el desayuno, la comida, la cena, la ropa limpia que les lavan en casa, los libros que les llevó un vecino de Bembibre, el jamón que les trajo el alcalde de Páramo, siempre hay familiares de alguno de los encerrados haciendo guardia.

Ayer, a media tarde, y después de los cortes de carreteras, la boca de la mina desprendía una corriente de aire frío que contrastaba con el calor de finales de mayo. Justiniano y un compañero emergen de la oscuridad en la vagoneta y le dan el relevo a otros dos compañeros que bajarán más tarde bocadillos y latas de coca cola.

«Esta noche van a caminar», cuenta Justiniano, natural de Bembibre y de 39 años, cuando le preguntan si los ocho encerrados hacen ejercicio bajo la montaña. «Juegan a las cartas, a la rana, leen la prensa que les llevamos, están informados», añade. ¿Y qué han dicho al saber que la reunión de la Mesa del Carbón no ha servido para nada?, le pregunta el periodista. «Pues no saben para qué ha habido ninguna reunión», reconoce. Y el periodista se los imagina a los ocho en el interior de la mina, caminando por las galerías sin ningún propósito salvo no perder la forma.