león lucha por la minería Los ocho de Santa Cruz
Los hijos del carbón alzan la voz
Alrededor de 600 personas se concentraron frente al pozo de Santa Cruz, incluidos 50 alumnos del colegio de Matarrosa que exigieron, desde la inocencia,. una solución.
El pozo de Santa Cruz del Sil, donde hace 17 días que permanecen encerrados los ocho mineros que en el Bierzo son el símbolo de la lucha en defensa del carbón, vivió ayer uno de sus días más emotivos. Cerca de medio millar de personas —encabezadas por 50 niños de entre 3 y 12 años del colegio de Matarrosa del Sil— recorrieron tres kilómetros de marcha solidaria, los mismos que separan esta pedanía de la bocamina que se ha tragado a los ocho mineros. Lo hicieron aún bajo una intensa e inoportuna lluvia que comenzó a caer con el primer paso y no cesó hasta que, ya unidos a quienes les esperaban frente al pozo, entonaron el Santa Bárbara bendita , el himno del Bierzo minero.
Vecinos de toda la cuenca Fabero-Sil recibieron a los participantes en la marcha con aplausos y al grito de «¡Aquí están, estos son, el futuro del carbón!». Juntos sumaban casi 600 personas con un único fin: hacerse oír, hacerse entender. Fue el pedáneo de Matarrosa, Sergio Caballero, quien rompió el silencio que acabó ahogando los aplausos. Él fue la voz de todos los allí congregados, entonando un discurso que llenó no pocos ojos de lágrimas. «Lo único que queremos es luchar por lo que es nuestro, por lo que nos pertenece, que no es otra cosa que trabajar en las minas. No van a acabar con nosotros, están equivocados si creen que vamos a rendirnos. La lucha continua porque queremos vivir en paz en nuestra tierra», gritó.
Pero en medio de palabras de lucha y gestos de apoyo, fue la inocencia de los niños la que se llevó el protagonismo real. «He venido a manifestarme porque no me gusta nada que quieran cerrar las minas», aseguró con firmeza Andrea, la hija de Primitivo Basalo, que con tan sólo ocho años puede demostrar que está luchando por lo suyo. Y es que pese a la lluvia y a la pancarta que agarraba en sus manos, afirmó orgullosa que «ha merecido la pena». Igual que Rubén Porto, el hijo de Segundo. Aunque más cohibido que su compañera, le pidió al mismísimo Mariano Rajoy que arregle lo que han desarreglado, porque él quiere ver ya a su papá.
Aunque sus padres no están encerrados, Clara y Erika, de 9 y 10 años, también quisieron hablar como hijas de mineros que son. Entienden perfectamente lo que está sucediendo y desde arriba lanzaron un mensaje de apoyo que los ocho mineros recibirán hoy entre estas líneas. «Estamos con vosotros. Resistíd», entonaron.
Además de caminar y exigir en la bocamina una solución al carbón, los alumnos del colegio de Matarrosa enviaron a los encerrados un cuaderno con dibujos, cartas, chistes y adivinanzas, para hacer más llevadera una estancia que se aventura larga, pues nadie confían ya en la reunión de la Comisión de Seguimiento del Plan del Carbón.