protesta en la diputación
Cosas de palacio
Primeras veinticuatro horas del encierro en los Guzmanes.
Unos madrugadores turistas alemanes visitaban muy de mañana el histórico palacio de los Guzmanes de la capital leonesa. «Aquí vivió la familia hasta el siglo XIX», les iba informando la guía. Pero su verdadero interés no estaba en la singular arquitectura del edificio ni en la historia que alberga, sino en una pancarta extendida entre las columnas que reivindica desde ayer la defensa de las familias y las cuencas mineras. «Conocemos lo que pasa. Ayer en Madrid leímos los periódicos de León y descubrimos el encierro de los mineros», aseguran con reafirmación germana. «Sí, sí, sí. Es un problema también en Alemania», vinieron a decir. Los nueve alemanes quisieron solidarizarse con los encerrados, pero no les dejaron entrar a las dependencias que ocupan. Siguieron su ruta.
El día comenzaba para los seis mineros. Su primer desayuno en palacio fue más descansado para unos que para otros. Sólo Juan José Naveira, trabajador de Uminsa, tuvo la precaución de llevar un pequeño colchón, recuerdo de la última marcha negra. Como todos los días, les llega comida desde un conocido restaurante de León. No han terminado el café y son llamados a la planta noble. Isabel Carrasco , la presidenta, quiere recibirles y, para ello, envía como emisario a Francisco García , alcalde de Sabero, pueblo donde ya no quedan minas. En el encuentro hubo buenas maneras y un botellín de agua por cada minero. «Nos da su apoyo, pero no dicen nada de que los parlamentarios de León vayan a romper la disciplina del partido» cuando se voten las enmiedas del carbón en el Senado. Estuvieron juntos «media horina». Después, ella volvió al trabajo. Ellos, cariacontecidos, sin respuestas, volvieron al habitáculo que les han cedido los diputados socialistas para continuar la jornada.
Llegan los primeros medios de comunicación. Los periodistas se acercan por decenas para conocer la primera noche de los mineros. Y como es un sector muy dado a las simbolizaciones, no faltan carteles y otros elementos donde se pueden leer sus exigencias. Lo más vistoso son unas camisetas que han colocado cuidadosamente sobre los barrotes del edificio. El espacio que ocupan empieza a tomar forma. Mochilas en una esquina, revistas con autodefinidos a medio hacer, naipes y un ordenador. Eso es todo lo que se puede ver en un primer vistazo. ¿Y hasta cuándo? «Tiene que haber un arreglo para este año y se tienen que sentar las bases para un nuevo plan del carbón», reflexiona Naveira.
Interrumpe la conversación para saludar a los líderes sindicales que les visitan para dar ánimos e informar de todo lo que va ocurriendo en el exterior. Pero la radicalización de las protestas y las últimas noticias que llegan desde Madrid y Valladolid no son un buen augurio para lo que viene. «No sabemos si los planes del ministro responden a la crisis o si todo esto que sucede es una estrategia ideológica para acabar con el carbón», dice uno de los sindicalistas con más veteranía en las negociaciones mineras. «Lo importante es que tengáis moral y que sigáis sumando apoyos», les desea otro visitante. Gente no falta, pero ya se empieza a echar de menos a los chavales; el que los tiene. Roberto Abella es soltero y no tiene hijos. Ya le han colocado el sobrenombre de el canario , y no precisamente por su rubio, tan poco común en las cuencas mineras. «Es el canario porque se pasa el día en la jaula», bromea José Enrique Porto , trabajador de la Hullera Vasco Leonesa. La jaula es el espacio que queda entre la ventana de la habitación que ocupan y los barrotes con vistas a la calle Ancha, un lugar por donde no dejan de pasar canarias , vaya. Porto, retomando la seriedad, explica por qué se han encerrado: «Tenemos a la gente encerrada en los pozos, luchando en la calle... Si nos rendimos, menuda traición ¿Quién podría mirar a los compañeros a la cara?».
Miguel Vélez, Jesús González, Juan Manuel Gutiérrez y sus tres compañeros saben que esto puede ser el principio del fin. Pero en el palacio de los Guzmanes se van a quedar hasta que haya solución, aunque tarde. Tienen moral. Y decenas de seguidores. Ayer no tenían ni cuenta en Facebook ni en Twitter. Ayudados por unos y otros han creado perfiles en ambas redes sociales (Mineros Encerrados León, para Facebook, y @Losminerosencer, en Twitter). En cuestión de diez minutos tenían una docena de apoyos. En diez horas, más de 400 personas seguían sus comentarios. «Sólo hay una lucha perdida: la que se abandona», decía al cierre de esta edición el último de los mensajes enviado al grupo. «Con vuestra lucha nos dáis fuerza».