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León

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Opinión | soraya mayo

presidenta de la asociación de trabajadores autónomos de castilla y León (ATA)

Llega en el peor momento posible, cuando España está al borde de la intervención económica, con unas tasas de paro disparadas y una economía deprimida. El fin de la minería ya está aquí, parece una pesadilla, pero esta vez, nadie nos va a despertar. Las comarcas mineras llevamos 20 años con una enorme Espada de Damocles que ya ha caído para cortar las ayudas al carbón. Desde el Paseo de la Castellana no entienden que la supervivencia de las minas, supone algo más que subvencionar este preciado mineral; no entienden la idiosincrasia de las cuencas mineras ni de sus gentes, y no alcanzan a imaginar que los niños en la Cabalgata de Reyes, no nos disfrazamos de pajes reales, sino de mineros con la lámpara del padre o del abuelo.

Tampoco logran comprender, como también nos pasa a otros muchos nacidos en las cuencas, qué se ha hecho con todo el dinero y las subvenciones que durante lustros han recibido las empresas mineras; por qué cuando falta el dinero público, se toma de rehenes a los trabajadores y se les deja de pagar su nómina; por qué no se exigen responsabilidades a nadie de todo esto y por qué sabiendo que, más tarde o más temprano, esa Espada iba a caer sobre nosotros, no hemos preparado nuestra economía para este momento. ¿Tiene el Gobierno o los gobiernos toda la culpa? Ahora parece que sí, porque unilateralmente, incumple el Plan del Carbón, pero también, se debe ser honestos y admitir abusos y desmanes realizados en las propias comarcas mineras.

Esta vez, no nos libra ni Santa Bárbara: se acabó el carbón. El coste social y económico del cierre de las minas será muy duro para toda la provincia y, desde luego, habrá empresarios, autónomos y trabajadores ajenos a la mina que se lleven la peor parte, peor que la de los propios mineros. ¿Por qué? Porque algunos de ellos, se van a prejubilar, con 43 años, cierto que con un trabajo muy peligroso y enfermizo a sus espaldas, pero el resto de los mortales, estaremos en el tajo, como poco, hasta los 67. Otros, se irán a su casa con una indemnización mermada, eso sí, por la reciente reforma laboral y dos años de paro. Los dueños de las explotaciones lo sentirán, pero no de manera acusada.

Quienes más van a padecer el cierre, serán los pequeños empresarios, los autónomos en general y los que viven de la industria auxiliar y daban servicio a las minas, en particular. Muchos cerrarán y, por supuesto, sin opción a prejubilación ni derecho a paro y, en el peor de los casos, con deudas a las que tendrán que responder con su patrimonio familiar. Las comarcas mineras necesitamos reinventarnos en tiempo récord y lo tendremos que hacer sin los ricos y malgastados Fondos Miner.

Desde Madrid no imaginan la situación en la que quedarán las comarcas mineras y mucho me temo, que nos van da dejar abandonados a nuestra suerte, al igual que parte de nuestros representantes en el Congreso y Senado. Estaremos atentos, muy atentos a su voto el día que se aprueben los presupuestos y podremos comprobar a quién sirven, si a sus electores, sus paisanos, a su gente o a la dictadura del partido. Si eligen esta opción, es mejor que no crucen el Manzanal porque no estarán cumpliendo con el sentir de sus votantes.

Así es que, visto lo visto, tendremos que apelar a la comunidad autónoma, a un autonomismo útil que se traduzca en una reconversión ejemplar. En este punto, también testaremos qué comunidad autónoma está más y mejor comprometida con la minería.

El camino se demostrará andando. Sabemos que la Junta no va a proporcionar subvenciones, sencillamente porque su situación económica no lo permite, pero sí puede tener un papel protagonista para buscar inversiones para la creación de nuevas empresas o para planificar una recolocación profesional con empresas de outsourcing. Su colaboración será esencial, al igual que el de la Diputación de León, en planes de emprendimiento, en la apuesta decidida por el turismo, el enoturismo, la industria agroalimentaria y el sector forestal; en creación de infraestructuras y vías de comunicación y sobre todo, y por encima de todo, que los 9 millones de euros que ha destinado el Gobierno autonómico en sus presupuestos para la minería, no los entierre en los pozos. Esa partida debe transformarse en líneas de crédito para las pequeñas empresas, para los autónomos y para los futuros emprendedores porque al final, será de los que va a depender, que el futuro de las comarcas mineras, no sea tan negro.