Diario de León

Impactos, identidades y acciones territoriales

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Opinión | lorenzo lópez trigal

CATEDRÁTICO de geografía humana de la ULE

La historia de la minería leonesa a partir de la segunda mitad del siglo XIX ha estado centrada en el carbón, pero ha habido otros minerales, explotados de modo coyuntural o en algún periodo, como la extracción de plomo y cinc (Rubiales), talco (Puebla de Lillo), wolframio (lugares de El Bierzo) y sobre todo hierro (Abelgas de Luna, inicialmente, mientras duró el horno de Sabero hasta 1862, y en años más recientes San Miguel de las Dueñas y Astorga). De todas estas labores han restado escombreras, instalaciones sin uso, impactos muy focalizados y riesgos de hundimiento de poblados (Onamio). Las cicatrices mineras en el paisaje sumadas a las múltiples «médulas» de la extracción antigua de oro y la cantería y explotaciones de pizarra, son visibles en el territorio de media provincia y delatan radicalmente esta actividad. Sin embargo, la explotación continuada de minas y cielos abiertos de carbón han dejado más que cicatrices e impactos ambientales, muchos de ellos bien negativos, que persistirán en el tiempo, con valles enteros «mudados de uso y aspecto» como los de Sabero, Laciana y algunos tramos de valles bercianos y montañeses.

Las explotaciones mineras de carbón han contribuido también con otros impactos, como la identificación de la provincia leonesa en cuanto al incremento de la producción y la masa de trabajadores empleados, la llegada de una población de aluvión inmigrada desde algunas regiones de España (andaluces y extremeños) o de los primeros inmigrantes extranjeros en los años 1970 y 1980 (portugueses y caboverdianos en su mayoría), así como la construcción de un hábitat minero, a menudo de vivienda precaria, la urbanización de áreas rurales donde se asientan las explotaciones e impulso de lugares centrales y ciertas poblaciones mineras (Bembibre, Fabero, Villablino, Toreno, Santa Lucía), la recuperación de aldeas y pueblos en declive y la formación de nuevos poblados, pero también, no se olviden, las ligaduras estrechas de las administraciones locales con las empresas, en especial en cuanto a suelo (Hulleras de Sabero, MSP, Hullera Vasco-Leonesa, Antracitas de Gaiztarro, Victoriano González, Diego Pérez...) y de los mismos trabajadores mineros en cuanto a su dependencia de vivienda y economato de empresa y de empleo para sus hijos varones.

Este relato de la caracterización minera (trasladable a Asturias y Teruel) nos aproxima a la situación actual que muestra un elevado grado de dependencia identitaria, ante el declive de las empresas carboníferas y las actitudes de protesta de mineros y su entorno, que vienen a adoptar una vez más la población leonesa, los medios de comunicación y las instituciones locales, con una especial sensibilización ante esta crisis que parece terminal ¿o sólo, nuevamente, coyuntural, a la vista de un escenario posible de nueva política energética en Europa y de las mejores condiciones técnicas de explotación?

En cualquier caso, puede discutirse el nivel de los efectos económicos y de pérdida de empleo que puedan sumarse tras el posible cierre de empresas del carbón en España y particularmente en León, y pueden discutirse las razones para el mantenimiento de las ayudas a la explotación en los diferentes contextos alternativos (informe razonado de la agrupación empresarial Carbunión, que puede consultarse en su web), pero a estas alturas ha de tenerse en cuenta que el proceso sostenido en el tiempo de declive de la actividad y empleabilidad derivada de la explotación del carbón, «a pesar de las concesiones realizadas a los cielos abiertos», ha desembocado en la caída radical del empleo directo, estimándose hoy en unos cinco mil puestos laborales en España y algo menos de la mitad en León, más o menos los mismos que hoy se dedican en la provincia a la actividad pizarrera.

De este modo, el efecto del cierre de buena parte de las reducidas explotaciones de carbón actuales, salvando algunas de tipo estratégico y más cualificadas, sería de por sí muy negativo como en toda actividad empresarial, pero también tendría efectos difusos en el ámbito poblacional y territorial, pues ateniéndonos a que, en una proporción no contabilizada pero bien notoria, parte de las personas activas en el subsector minero y sus familias tienen su residencia y, de un modo generalizado, atracción como consumidores de bienes y servicios fuera de los propios valles mineros (en las ciudades de Ponferrada y Bembibre e incluso León), el efecto consiguiente no se focalizaría tan solo en los núcleos mineros, en proceso paulatino de despoblación y envejecimiento, sino también en cierta medida en las ciudades vecinas.

Son, también, múltiples los informes y estudios que consultores y académicos hemos elaborado sobre las políticas de actuación en estas áreas mineras. De los que podría simplificarse y traducirse al día de hoy en rematar las acciones emprendidas en el plan Miner, repensar algunas estrategias de desarrollo y reactivación en cuanto a infraestructuras de comunicación pendientes (caso del eje transversal de los valles mineros y la montaña de León y Palencia, desde Toreno a Aguilar de Campóo), el desarrollo rural y turístico y, sobre todo, la recuperación y valorización medioambiental, que ha de hacer frente necesariamente a las escombreras y labores de los cielos abiertos así como a la reducción posible de estas actividades exteriores que son, al final, un desastre ecológico y que son incompatibles con otras actividades y la calidad de vida de las poblaciones, generando escaso empleo. Las premisas de un desarrollo económico integrado y más autónomo han de mantenerse, igualmente, en tiempo de crisis estructural y obliga a adoptar más que nunca políticas de cooperación de los sectores público y privado y políticas sostenibles, que han sido casi siempre olvidadas en las fases anteriores de la minería del carbón en León.

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