Diario de León

león lucha por la minería. Los siete de Santa Cruz

«Son unos cabezones»

Las mujeres de los mineros encerrados confían en que no se pongan en huelga de hambre aunque reconocen que «están dispuestos a llegar donde haga falta».

Ana Belén Fernández habla por teléfono con su marido, Primitivo Basalo.

Ana Belén Fernández habla por teléfono con su marido, Primitivo Basalo.

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m. j. alonso | ponferrada
Ponferrada

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Ya el primer día de encierro los ocho de Santa Cruz del Sil —siete, tras la salida de Eduardo González— adelantaron que sin una solución a la crisis minera saldrán del pozo «con los pies por delante», así que a nadie extraña que en su cabeza está cogiendo forma la idea de iniciar incluso una huelga de hambre. Pero aunque no extraña, esta opción no es compartida ni por sus compañeros ni, por supuesto, por sus mujeres. «Esperemos que no lleguen a esos extremos, porque ya es bastante duro estar ahí metidos como para que encima ahora dejen de comer», consideró Blanca Fernández, la mujer de Alfredo González Carro, sabiendo —por mucho que le pese— que al final acabarán poniéndose al mundo por montera, haciendo caso omiso a las peticiones de quienes les esperan en el exterior y llegando al ayuno si así lo deciden.

«Son unos cabezones y están dispuestos a todo. Llegarán a donde haga falta», aseguró Ana Belén Fernández, esposa de Primitivo Basalo, ratificando la creencia de su compañera de viaje desde hace ya 24 días. Tanto Blanca como ella y al igual que las otras cinco mujeres viven el día a día aguardando una conversación telefónica con sus maridos, preocupadas especialmente por su estado de salud. Si los siete decidieran dejar de comer, la angustia sería todavía mayor. «No nos gustaría pasar por eso», aseguró Ana Belén, confiando en que entren en razón y desestimen esa idea porque «no les ayudaría en absoluto». Ella confía en «lo bien amueblada que tienen la cabeza» aún después tantos días de oscuridad, humedad, encierro y soledad en compañía, contemplando estrellas de papel de aluminio y exponiéndose a un sol de pintura.

No ver a sus hijos está siendo lo más duro. Los días ya pesan sobre la espalda y la distancia de tres kilómetros que les separa de la bocamina cada día es mayor. Ven a los pequeños en fotografías o en grabaciones en teléfonos móviles que les muestran los compañeros que diariamente les llevan la comida. Pero eso no es suficiente. Tienen constancia visual de cada hecho relevante de la vida de sus hijos, pero no pueden compartirlo con ellos. Las madres han pensando en montar a los niños en un vagón y hacer, junto a ellas, una visita al interior de la montaña de carbón. Una idea fugaz que pronto se disipó ante la posibilidad de que el encuentro deje ‘tocados’ a los encerrados. «Ellos van a seguir ahí dentro cuando nosotros nos vayamos y no les iba a beneficiar vernos», consideró la mujer de Primitivo. Aún así, por si la estancia se alarga ante la falta de una solución, la idea seguirá flotando en el aire.

Y es que ahora sólo queda confiar, aunque la confianza tiene ya el grosor de un hilo. «El Gobierno tiene muy poca palabra. De ellos sólo espero traición», aseguró Ana Belén, garantizando que en lo que de su mano esté, irán a donde sea y esperando todavía una respuesta a la carta que enviaron a Rajoy.

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