león lucha por la minería. La marcha de las lámparas
La luz del carbón hace historia
Los mineros de toda la provincia alumbran el centro de León con sus lámparas en una masiva manifestación nocturna . Más de diez mil personas desfilan abanderadas por el contundente lema: «No al cierre de la minería» . La columna humana, pese a las bocinas y los petardos, enmudeció la ciudad.
Literalmente, mientras en los despachos de Europa se decidía el futuro de España, un escenario local como el de León ofrecía ayer por la noche una imagen escalofriante basada en algo tan sencillo como la supervivencia. Unos 2.000 mineros de todas las cuencas de la provincia, apoyados por miles de personas que ven en ellos la última esperanza de mantener en pie sus pueblos, llegaron a la capital para dar una lección de dignidad obrera en una convocatoria sin precedentes. Vestidos con la funda, el cinturón, el casco y la lámpara, esperaron a la caída del sol para empezar sus desfile. Aunque la manifestación noctura que reivindica la continuidad de las ayudas para el sector carbonero estaba prevista para las diez de la noche, una hora y media antes las inmediaciones de la plaza de San Marcos estaban ocupadas por cientos y cientos de mineros, ex mineros, sus familias o sus vecinos. Los líderes sindicales se mostraron «desbordados» ante la respuesta de la convocatoria. No había muchos políticos a los que preguntar. «Donde están, no se ven, los alcaldes del PP», gritaron en un momento de la concentración.
La minería de Laciana se unió frente al Parador. Se contaban personas por miles. «Siempre es lo mismo. Y esto va a seguir en la misma línea», comenta Juan Carlos Vilariño, uno de los 200 mineros de la segunda marcha negra. Como él, hace un año y medio Óscar creyó que había margen hasta el 2018, cuando Europa puso fecha de caducidad a las minas españolas. Pero la inmediata reducción del 63% en las ayudas al sector puede acabar con todo en cuestión de días. «Ahora hay que pedir el dinero a la Junta, que durante años estuvo chupando de los fondos Miner. No sólo hay que exigir al Estado», opina el minero lacianiego antes de que la columna humana que enmudecerá León minutos después parta frente al Auditorio. Ya se empiezan a ver nuevas camisetas, nuevos mensajes. Las mujeres de Laciana, como explica su portavoz Montse, han salido a la calle y no volverán a entrar en casa hasta que esto se solucione. «No pensamos quedarnos en casa todos los días esperando a nuestros maridos». Se han hecho camisetas que advierten que sólo se arrodillan ante una, y esa la Santa Bárbara que llevan impresa. Niños de nueve años como el de Juan Carlos está tenso desde que empezó el conflicto. «Cuando no está su padre en casa siempre está pendiente preguntando si está en las protestas», confirma su madre. Este es el clima que envuelve el preludio de la marcha.
A las diez en punto, una traca de las de Valencia pone en marcha a los mineros, que salen hacia la Diputación enfilados y abanderados por una pancarta que reza el lema «Quieren acabar con todo. No al cierre de la minería del carbón. En defensa de las comarcas mineras». «Sin carbón, León se muere», gritan por un lado. «No somos terroristas, somos mineros», contestan por otro. Todavía no es noche cerrada, pero sólo unos minutos más tarde, cuando la cabeza de la manifestación inicia el paso por Condesa de Sagasta, se produce un golpe de efecto que deja sin palabras. Las lámparas mineras, redondas, se extendieron por la avenida entera. Las ventanas de este barrio burgués apenas se abrieron. Muy pocos vecinos, más bien chavales curiosos, presenciaron desde casa la marea humana que poco a poco fue extendiéndose hasta la plaza de Guzmán. En la cabeza de la manifestación minera estaban los niños Hugo y Alejandro, con sus respectivos padres Denís y Adriano, que flanqueaban a Enrique, el Chollo, Cristina, Raquel, Manolo, Gonzalo, Diego y Carlos.
La imagen pasó de impresionante a extraordinaria cuando la columna humana entró en Ordoño y llegó a la Diputación, momento en el que la cola aún se encontraba en la plaza de Guzmán. Se calcula que la convocatoria de ayer concitó con seguridad a más de 10.000 personas.
Quizá el encuentro con los seis compañeros encerrados en la Diputación fue el momento más emotivo de la noche. A Naveira se le vio llorar. Desde un ventanal del Palacio de los Guzmanes afirmaron tener una vista alucinante, puesto que bajo ellos se encontraban miles de lámparas iluminándoles. Se acordaron de los compañeros encerrados «bajo tierra» —allí estaba Nieves, la mujer de Araujo, y los de Cristal Glass. «Ánimo, lucha y mucha gerra». Íker, un niño lacianiego de once años, hijo de minero, Lolo de nombre, leyó una carta abierta. «El carbón ha dado un siglo de riqueza a nuestros pueblos, de hombres fuertes y mujeres constantes. Y estamos aquí para seguir siendo mineros. Como siempre, juntos podremos».