LEÓN LUCHA POR LA MINERÍA. LOS SIETE DE SANTA CRUZ
Charrascas, en el pozo: «Le pido al rey que nos eche una manina»
Su salud no se resiente en demasía pero su moral empieza a hacerlo. La indignación de los siete mineros de Santa Cruz del Sil comienza a afectar a sus ánimos al comprobar, día tras día, que el Gobierno hace caso omiso a las reivindicaciones de todas las cuencas de España y, no contento con eso, consiente la expulsión del Congreso de los Diputados de parlamentarios y sindicalistas que luchan por cambiar una decisión a todas luces errónea.
«Yo no sé si tiene corazón o tiene una piedra», aseguró José Antonio Pérez Molina (Charrascas), en referencia expresa al ministro de Industria. Ya son 25 días de encierro y otros tantos de pasotismo de parte del político más odiado en las comarcas mineras. Un hombre que se ha ganado a pulso la fama que acarrea. Un ministro que «pasa de nosotros como de la mierda», se lamentó el encerrado.
Se sienten solos, abandonados por la clase política, y sólo el apoyo de la gente que está con ellos, de los vecinos de las cuencas, mantiene el ánimo arriba. Ya no saben qué hacer ni a quién recurrir. La última carta escrita a pulso por los siete de Santa Cruz salió del pozo el pasado lunes con destino a Ferraz, la sede de los socialistas en Madrid. El destinatario no era otro que Alfredo Pérez Rubalcaba. Buscan su apoyo, pero de momento no lo han encontrado. En su haber tiene que estar ya una misiva que fue enviada por fax, pero nada han sabido. «Estamos tan mal que no debe de haber ni para sellos», ironizó uno de los trabajadores de retén. Sólo les queda el Rey. «Ya sólo nos queda enviarle un mensaje al Rey. Yo le pediría que nos eche una manina», apuntó Charrascas, sofocado ya por el aire húmedo que respira.
Ayer fue día de visita médica. La ATS llegó poco después de las 12.00 y además de material médico llevaba consigo un regalo, una tarta de almendras hecha por su madre. Un dulce que restó acidez a la bronca que recibieron de su enfermera tras haber valorado la idea de hacer huelga de hambre. «En las condiciones en las que están ahí dentro y sin comer, no aguantarían ni tres días. Además, no podemos garantizar un seguimiento correcto, no podemos bajar todos los días al pozo. No es lo mismo estar ahí que en la Diputación», apuntó al sanitaria.
Un cuaderno de bitácora
Alfredo González Carro ha comenzado a escribir un diario, un cuaderno de bitácora en el que deja constancia del día a día y de las anécdotas que surgen a tres kilómetros de la vida. Cada noche, cuando tapan con una manta el sol que han pintado, escribe sobre el papel todo lo que se le pasa por la cabeza. Personalmente, nunca olvidará la experiencia, no lo hace para recordar, sino para tener un recuerdo —que no es lo mismo—. Además, así pasa el tiempo. Dos de sus compañeros bromean con la periodista sobre la idea de hacer de ese diario un libro. Ejemplar que de momento no tiene un final cerrado. Final que todos esperan sea feliz.
Y precisamente para el día en que Alfredo escriba el final, Central Óptica Berciana les ha hecho, especialmente para ellos, unas gafas de sol. Así, podrán salir con los ojos bien abiertos.