«¡Tienen cinco minutos!»
Los antidisturbios levantan el bloqueo en las térmicas y la A-6.
El sol no quema como la última vez. El cielo está cubierto de nubes pasajeras. Y pasan unos minutos del mediodía cuando tres agentes antidisturbios, megáfono en mano, avanzan por la A-6 hacia un grupo de menos de cincuenta mineros que hace media hora irrumpieron en la autovía la altura de Villamartín de la Abadía (Carracedelo), en el mismo punto que la semana pasada.
Esta vez no hay robles ardiendo, ni quitamiedos. Sólo un camión atravesado y unas piedras. «¡Les habla la Guardia Civil. Tienen cinco minutos para desalojar la vía. Si no, nos veremos obligados a intervenir. Este es el primer aviso de tres!», dice el agente del megáfono, escoltado por dos compañeros. Pero no hay segundo aviso. Los mineros dejan la calzada y una hilera de antidisturbios se acerca, primero al trote, después andando, después se para, escucha las últimas instrucciones —«salvo que os lancen cosas, no lancéis nada, vamos a tomar las cimas», dice uno de los mandos aludiendo a los dos terraplenes donde hay huelguistas oteándoles— y de nuevo avanza caminando con los escudos al quite. En cinco minutos todo ha terminado sin ningún pelotazo y con los mineros fuera de su alcance.
El corte de ayer en la A-6 apenas fue una escaramuza comparado con los choques en Matallana de Torío, pero dos centenares de mineros ya habían madrugado para bloquear el acceso a las centrales térmicas de Cubillos, Anllares y La Robla. En Cubillos y desde las 5.45 horas, cortaron la entrada a la térmica hasta las 10.30. En el acceso se quedaron decenas de coches, camiones que acudían a recoger la ceniza, y los autobuses que trasladaban al turno de las siete de la mañana. El turno nocturno, tampoco pudo pasar de vuelta a casa hasta que la llegada de nueve dotaciones de antidisturbios levantó el corte sin necesidad de cargar.
El bloqueo de cinco horas la térmica de Endesa fue la acción de protesta más madrugadora de los mineros, pero a las siete de la mañana, no había demasiadas caras de sueño. «Los que están allí dentro no madrugan», decía, al pie del chopo quemado que interrumpía el paso a la central de Endesa, Titi, de Fabero, refiriéndose a los siete compañeros encerrados en Santa Cruz. Y la hoguera del chopo desprendía un poco de calor.