Diario de León

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El asedio de la prensa

Los siete encerrados reciben diariamente a periodistas de todo el mundo. . o.

Un cámara danés, graba la entrada a la mina.

Un cámara danés, graba la entrada a la mina.

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m. j. alonso | santa cruz del sil
León

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El de ayer, como los últimos, fue un día de trajín para los siete mineros encerrados en el pozo de Santa Cruz del Sil. Su aparición constante en los medios de comunicación está haciendo de su encierro una epopeya internacional —ayer les entrevistó una televisión danesa—, pero las visitas de la prensa al subsuelo también contribuyen a su agotamiento. Aunque agradecidos por el interés que en ellos se demuestra y el apoyo que reciben, los siete han reconocido, en conversaciones con sus familiares, estar cansados. Y es que resulta difícil, a estas alturas de la aventura que emprendieron hace ya 39 días, responder siempre a las mismas preguntas y aportar algo nuevo cuando la vida, a 3.000 metros de la bocamina, parece haberse detenido. La pelota está en el tejado del Gobierno y mientras éste no se pronuncie a favor del carbón, las cosas permanecerán perennes.

Blanca Fernández, la mujer de Alfredo González, reconoció el cansancio que ya arrastran los encerrados, aunque ella prefirió achacarlo a un estado general vinculado a tantos días de convivencia en soledad a los pies de familiares, amigos y compañeros que ayer volvieron a reunirse desde las 11.00 horas en la explanada que precede a la entrada la mina. Los mineros que no estaban en el corte de los accesos a la central térmica de Compostilla, en Cubillos, pasaron el día apostados frente al pozo.

Como están de vacaciones, las visitas de los hijos son también más asiduas. Ellos han tomado el relevo de sus madres al teléfono y cuentan a sus padres su versión de lo que está ocurriendo fuera. Diariamente, los siete de Santa Cruz recorren los 600 metros que separan su ‘apartamento’ del teléfono para hablar con ellos. Lo hacen dos veces por jornada. Entre ello, las hijas de José Araújo. La mayor, celebró el pasado día 21 su cumpleaños, el primero que no pasa junto a su padre. Por eso, inocente, le propuso que pidiera «un día de permiso» para poder soplar las velas juntos. Su abuelo llora mientras lo recuerda.

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