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HISTORIAS SOBRE LA MARCHA | Sergio Díez Álvarez

«Si no nos hacen caso tenemos que hacernos oír»

Sergio Díez.

Publicado por
León

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«En Laciana no hay trabajo sin la mina». Sergio Díez Álvarez, de 32 años, casado con nieves Pérez de Arriba y con dos hijos (Izar, de 5 años y Naira, de 20 meses) es ayudante minero en La Escondida, una explotación de montaña —con galerías que suben en niveles, al contrario que los pozos (la última está a 1.700 metros de altura)—. Ha trabajado con picadores y barrenistas y espera mantener su puesto en el valle «en el que nací, vivo y en el que me gustaría morir». El fin de la minería significa emigrar, algo que no entra en sus planes. Además, su profesión «no compagina con ninguna otra», si fuera necesario buscar un nuevo empleo.

Viaja a Madrid con una cacha de fresno de buen calibre y con mucha historia en la reivindicación minera; tanta que se le puede considerar un talismán. El cayado es obra de su abuelo, «picador de la MSP» y ya viajó en manos de su tío en la marcha negra de 1992 y en la del 2010, esta vez con su primo. Es el bastón con más marcha de la columna. Los tres han usado también la misma mochila. Sus dos abuelos trabajaron en el tajo. La miopía impidió a su padre batirse en las entrañas de la tierra para arrancarle la riqueza negra y él llegó al oficio buscando un sueldo más alto. Con el título de grado medio de Formación Profesional en Mecanizado y tras conseguir un empleo en una fábrica de montajes, buscó un trabajo que le proporcionara mayores ingresos: «No podía mantener a mi familia con aquel sueldo».

Niega que el minero sea bruto, «pero si no hacen caso por las buenas hay que hacerse oír, aunque haya quien piense que pelear por el pan de tus hijos es terrorismo». Trabaja en unas condiciones que, pese a haber mejorado con el tiempo, son difíciles, en las que «tu compañero es tu salvación y viceversa», de ahí el compañerismo que los destaca.

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