HISTORIAS SOBRE LA MARCHA | cuatro mineras
«La mina no es machista»
La III Marcha Negra lleva en sus filas a cuatro mujeres: «Somos mineras como ellos», afirma Ana Sánchez (Ciaño. Langreo). Es embarcadora —maneja la jaula— en el pozo María Luisa. Entró por una desgracia, la muerte de su hermano, hace nueve años. «Mi madre tenía miedo, para mí la mina ha supuesto tener casa propia (y del banco, claro) y conocer a mucha gente».
Pese a la fama, no cree que la mina sea «machista» porque está en igualdad de condiciones que sus compañeros: «Gano lo mismo que un hombre por trabajar siete horas», apostilla. «Ye un trabajo como otro cualquiera. ¿Por qué una mujer tiene que estar en un Alimerka o trabajar en la limpieza. Es un orgullo verlas de camioneras, palistas...», agrega.
Conchi Álvarez estudió Derecho y cansada de ser interina optó a una plaza de ayudante minero. Pudo entrar poque su suegro falleció en el pozo. Su marido es funcionario. «No se parece en nada a todo lo que hice, pero engancha por el colectivo. Es un trabajo duro que comporta penosidad laboral y eso une mucho», aclara. «Desde el minuto uno te aconsejan y te dicen lo que tienes que hacer», añade.
Alicia Andrés Ferrera, de 26 años, no ha conocido otro trabajo que la mina. «Ser minera lo llevo mamao: soy hija, nieta, sobrina y espero que siga trabajando mucho tiempo». Es un trabajo, admite, que tiene «un punto de hombres: la fuerza allí vale mucho, todo pesa». Ha perdido el miedo, pero no el respeto. Alicia quiere mandar un recuerdo muy especial a Ciñera: «Nos acogieron muy bien».
En el pozo María Luisa trabaja también Sheila Hidalgo, de 32 años, maquinista de extracción. Antes fue cajera y frutera. Prefiere la mina, aunque ya ha tenido un susto, un accidente que casi no cuenta.