león lucha por la minería. A cien kilómetros de Madrid
Si Pichín levantara la cabeza...
. Fabero se mudó ayer a Sanchidrián para abrazar a la columna minera que se aleja del territorio amigo. . Los sindicatos encuentran obstáculos políticos para alojar a los 160 mineros a las puertas de Madrid.
«Si Pichín levantara la cabeza... estaría orgulloso de su hijo, que camina a Madrid en la columna minera. Pero rabioso con los que mandan. Y él mismo habría pintado las pancartas que ayer llevaron a Sanchidrián las 60 personas desplazadas desde Fabero del Bierzo para recibir a la Marcha Negra en este pueblo abulense de poco más de 500 habitantes.
« Rajoy , coge el timón y da a la minería una solución», clama, blanco sobre negro, la tela que llevan las mujeres, los jubilados y los jóvenes de Fabero. Todos y todas a una. «Señores del Gobierno, basta de mentir y dejen a la minería vivir», reza otra pancarta.
« Venancio Ramón es el hijo de Pichín », dice entusiasmado Indalecio Arias , uno de los miembros de la Asociación de Mineros de la Cuenca de Fabero. A las seis de la mañana salieron rumbo a los confines del sur de Castilla y León, mientras los mineros de la Marcha Negra se despertaban en los pabellones de Arévalo con malas noticias. En Aravaca las autoridades, o sea, el Ayuntamiento de Madrid se lo ponen difícil para encontrar alojamiento digno. «Estamos en contacto con una asociación y mañana (por hoy) esperamos solucionarlo», comenta Miguel Menéndez , uno de los leoneses que va en la avanzadilla de intendencia de la columna minera.
En Fabero se llenó un autobús para arropar a la Marcha Negra, ahora que ya está lejos del territorio amigo y más cerca del Madrid de Esperanza Aguirre y Ana Botella . Pichín , Andrés Ramón , les hubiera dado su bendición de luchador infatigable. Fue un referente de los «años de lucha sin cuartel» por las mejoras en las condiciones sociales y laborales de los mineros.
Ahora su hijo camina a Madrid y sus nietos, Carlos y Elsa , han escrito en el casco del minero: «¡Ánimo papá!». Venancio Ramón dice que va bien y si fuera mal, matiza su esposa, Belén Marqués , no lo diría. «Cuando vengo le inspecciono de arriba a abajo a ver cómo está», dice.
Ha venido con la expedición de Fabero, un pueblo que aguanta pese a que ya no tiene minas de interior. Sólo queda la Gran Corta, el cielo abierto de Jarrinas. Pero tiene mineros. En la marcha hay al menos otros dos: José Gomes y Carlos Alves .
«Fabero no quiere morir», gritan las camisetas que visten los que vienen de los confines del norte de Castilla y León. «Es un pueblo que aguanta, tenemos todos los servicios pero si las minas cierran, la gente que no hizo nada se acordará y se arrepentirá. Nos tendremos que ir, no se sabe dónde», señala Belén . Su marido trabaja en el pozo de Santa Cruz, otros van a Asturias, a la mina de Cerredo.
«No es normal que mi hija de doce años esté más pendiente de los telediarios y de los periódicos por ver si ve a su padre que de las películas de las chicas de su edad». Es la voz de una madre. La esposa de un minero. «Si mi suegro levantara la cabeza...», clama.
El recuerdo de los viejos luchadores convive en la Marcha Negra con el brío de los mineros que ahora se fajan por su puesto de trabajo y por las cuencas mineras. Carlos Casado , de Ponferrada, lleva un casco negro de su padre, «de hace 40 años» y también la cacha. Las cachas de los mineros no son simples cayados. En los tiempos del señor Casado y de Pichín y de los padres de muchos eran una heramienta más de trabajo «para subir a los planos». Por eso es un objeto casi sagrado para los mineros.
Sale la columna de Arévalo con las primeras luces del día. Días de barricada suena en la cabecera. Es la música de Espanta la Xiente. Más de 80 personas se han sumado a la marcha. Son sindicalistas, mineros y cargos públicos de las cuencas mineras asturianas. «La salida ye muy importante, que la gente que va en la marcha vea que tiene apoyo», comenta un minero.
José Manuel Casielle , jubilado de la mina que se ocupa del avituallamiento en carretera de los marchistas con la ayuda de otro jubilado, Ovidio Blanco , apunta que «cada uno tenemos nuestra parcela» para dar ánimo a los que quieren sacar el carbón y no les dejan.
A pie de carretera se presentan, a las nueve de la mañana, la alcaldesa de Villablino, Ana Luisa Durán y los alcaldes de Páramo del Sil, Ángel Calvo , e Igüeña, Alider Presa , que van camino de Madrid para hablar de las cuencas mineras. «¡Alcaldesa, guapa!», «¡Buenos días, alcaldesa!. Los de Laciana se desviven en el saludo. Pero no paran. Cogen agua y galletas y siguen su camino. En las filas se comenta que al finalizar la etapa Madrid estará a 100 kilómetros. «Es un respiro, una gran diferencia respecto a los más de 400 kilómetros desde Mieres», admite Ana Sánchez , una de las mineras asturianas.
La columna minera sabe que están a una cuarta parte del final de su ruta. Pero muchos no saben en el día que viven. ¿Qué día es hoy?, pregunta Iván Cuerdo . El minero más alto de la Marcha Negra busca una respuesta por encima de la cabeza de sus compañeros. «He perdido la noción del tiempo», confiesa. Los mineros saben que se acerca el día 11, pero no miran el calendario. Solo caminan. Destino: Sanchidrián, en los límites de la provincia de Ávila con la de Segovia. En las lindes de Castilla con la sierra de Madrid. Ya se avistan las montañas en las que se libraron algunas de las batallas más cruentas de la Guerra Civil.
«Si esto no se arregla, guerra, guerra, guerra...», cantan los mineros al entrar en Sanchidrián. El pueblo. «No sé que pasará, me parece que va a tener que suceder una desgracia para que se arregle», comenta José Alfredo , del pozo Santiago. «A lo mejor cuando lleguemos acabamos todos en Alcalá-Meco», ironiza. «Me gustaría no llegar al día 11 y que se arreglara, pero parece que estamos en una dictadura y hacen lo que quieren», apunta Rubén Fernández .
«Pedimos que se cumpla el acuerdo para este año. ¿Dónde está el dinero que Bruselas destinó para las minas y que se va reduciendo hasta el 2018. Esta año tocaba el 12%, pero no el 63%», subraya el del pozo Santiago.
«Toda esta ruta va a quedar como un hito histórico y hasta romántico, va a servir para que la gente empiece a creer en sí misma», señala Óscar López Gavela , de La Robla. El fantasma de Merkel planea sobre la Marcha Negra, pero más insistentemente se les aparece a los mineros leoneses, asturianos y palentinos, bercianos y lacianiegos, el fantasma de la Dama de Hierro, de Margaret Thatcher . «No es tema de dinero, es un pulso y van a tensar la cuerda y se puede romper», sostiene el minero. «Hay dinero para Bankia, para el turismo y no lo hay para la minería», dice Alberto, de Vega de Espinareda. «Los mineros no están pidiendo dinero, exigen que se cumplan lo pactado», aclara Indalecio Arias , jubilado de Combustibles de Fabero. «Hemos venido a darles ánimo y a decirles que hemos ganado muchas batallas, estamos con ellos para lo haga falta y la vamos a ganar», sentencia el veterano.
«Hay que luchar por la vida, hacen bien. Ojalá consigan algo», les desea una mujer mayor a los mineros al entrar en Sanchidrián. La gente aplaude y llora con los mineros.