Diario de León

león lucha por la minería. La reivindicación por las cuencas

Cincuenta días sin ver el sol

Los encerrados en Santa Cruz, pendientes de la llegada de la Marcha Negra a Madrid.

Un perro y una pequeña juguetean en el exterior de la bocamina de Santa Cruz.

Un perro y una pequeña juguetean en el exterior de la bocamina de Santa Cruz.

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A. Calvo | ponferrada
Ponferrada

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Cincuenta días ya. Cincuenta jornadas encerrados en el interior de la mina, cincuenta días y cincuenta noches en el travesal del caleyo cinco sur, a tres kilómetros de la bocamina. Siete hombres están aguantando estoicamente las largas jornadas en la oscuridad, sumidos en la humedad y sin salir de la mina desde el 21 de mayo. Sin sentir el contacto con sus familiares, que sólo pueden hablar con ellos a través de un telefonillo.

Atrás han quedado el ascenso de la Ponferradina y la Eurocopa de España. La ilusión de los niños que han recogido sus notas en el colegio y no han podido abrazar a sus padres. Las bodas y las comuniones de familiares a las que no han podido ir y tampoco han podido ver la fuerza y el empuje que tienen sus mujeres, que como ellos se han convertido en adalides de la defensa del sector del carbón, que lucha por conseguir que el Ministerio de Industria no recorte las ayudas pactadas.

«Ya son 50 días, no llegaremos a los dos meses, ¿verdad?», le preguntó ayer Blanca Fernández a su marido, Alfredo González, uno de los siete de Santa Cruz. La respuesta está en la esperanza, en la llegada de la Marcha Negra a Madrid el miércoles. En la posibilidad de que el ministro José Manuel Soria cambie su argumento y decida que «gobernar» es negociar un acuerdo que impida la muerte de la minería, de las cuencas mineras y de sus gentes.

José Araújo, Alfredo González, José Antonio Pérez Molina, Víctor Manuel Almeida, José Pérez, Primitivo Basalo y Segundo Porto son los siete de Santa Cruz. Empezaron ocho, pero un problema de salud obligó a Eduardo González a salir de la mina.

Cuando el encierro estaba en sus inicios, uno de los hijos de Alfredo González le preguntó a su padre qué hacía sin salir en el interior de la mina. Él contesto irónicamente que sacando oro. Ahora, con el paso de los días, Guille le dice a su padre que si no tiene ya suficiente oro para salir de ahí, que él le está esperando fuera, como el resto de los hijos de los encerrados, que son todos padres.

Aunque los encerrados no pueden ver el apoyo que tienen en el exterior de la mina saben que cada día son más los fieles que deciden a mostrar su solidaridad con las mujeres y los mineros. Ahora, con la llegada del verano, los familiares que han emigrado regresan a los pueblos mineros y se encuentran con un sector agonizante. Las raíces tiran y muchos acuden a la bocamina para apoyar a sus familiares encerrados, a sus vecinos de pequeños o a los amigos de infancia. Como los primos salmantinos de Alfredo.

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