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La ruta del fuego

Cientos de personas se desplazan al callejon lateral de la calle San Agustín para comprobar los desperfectos en las plantas del edificio norte del Ayuntamiento.

El callejón de la calle San Agustín congregó a cientos de leoneses.

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Carmen Tapia | león
León

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León olía ayer a chamusquina. El día después del incendio del Ayuntamiento, que mantuvo en vilo a la población hasta entrada la noche, hizo madrugar a los más impacientes, que se desplazaron desde primera hora de la mañana a la zona cero. Ordoño, cerrado a cal y canto al tráfico hasta última hora de ayer, se convirtió en el epicentro de una ruta que desplazó a cientos de leoneses hasta el callejón lateral de la calle San Agustín, la atracción turística del día.

Pocos quisieron desaprovechar la aportunidad de ser testigos directos de las concecuencias de un incendio que ya ha pasado a ocupar un lugar relevante de la historia de León, la que se escribe con letras de fuego en las páginas más tristes de la ciudad. Allí están, entre otras, las llamas que acabaron con la cubierta de la Catedral en 1966, las de la calle Lope de Vega en 1994, que terminaron con la vida de dos personas, y las de de una serigrafía del barrio de San Mamés, en 1987, con otros dos fallecidos.

Ayer fue el día de las miradas al cielo. Los leoneses que se acercaron a la fachada principal del Ayuntamiento, fuertemente custodiada y acordonada por la Policía, cruzaban la calle con la cara en alto. «¿Este es el edificio que se ha quemado?», preguntaba un turista incrédulo. Y es que la herida mortal de la estructura no está en el edificio principal. Para contemplar el alcance real de las consecuencias del incendio hay que desplazarse unos 200 metros, a la parte trasera, perfectamente visible desde el callejón lateral de la calle San Agustín, lugar que se convirtió en el centro de peregrinación de un pueblo que, a centenares, se mostraba desolado por el suceso. «Cómo puede ser que un edificio como éste no tenga más medidas de seguridad», se preguntaban algunos ciudadanos. «Lo que ha pasado hace que pensemos mal, que sospechemos, porque la gente está muy alterada».