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Rubalcaba se niega a ayudar a Rajoy a amortiguar el golpe de un rescate

«Que no nos haga creer que es bueno, generará tensiones», anticipa el líder del PSOE.

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paula de las heras | madrid
León

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El Gobierno intentará aguantar lo que pueda, pero prepara ya el terreno para evitar que una eventual, y cada vez menos improbable, segunda petición de ayuda a los fondos de rescate europeos sea percibida por los ciudadanos como un fracaso estrepitoso de su gestión. Lo hizo el propio Mariano Rajoy en su última comparecencia, antes de iniciar sus vacaciones, al recordar lo insostenibles que resultan los intereses que España paga por su deuda. Pero en realidad, la estrategia lleva en marcha desde el mismo día en el que, forzado por el Eurogrupo, tuvo que solicitar casi de la noche a la mañana el auxilio para el sector financiero. «Un crédito en condiciones ventajosas» lo llamó entonces.

Su análisis de la situación desconcertó e incluso enfadó a los socios europeos, según recogió la prensa internacional aquellos días, pero el PSOE cree que, poco a poco, el mensaje que tanto se ridiculizó fuera y dentro ha ido calando en la opinión pública española e incluso ha sido interiorizado por analistas cualificados. Contrariado, Alfredo Pérez Rubalcaba dejó ayer claro, desde su retiro vacacional en Asturias, que su partido no ayudará al Ejecutivo a amortiguar el golpe.

«Que no nos haga creer a los españoles que el rescate es bueno. Si fuera bueno, la gente lo pediría ¿sabe usted? Y la gente huye del rescate como del agua hirviendo -ironizó-; el rescate es malo, genera tensiones en el país, es malo para la marca España y además viene acompañado de condicionalidades que, al final, son sufrimientos, recortes, recesión y desempleo».

Si en algo han ido de la mano hasta ahora el Ejecutivo y el principal partido de la oposición -en realidad, en lo único en lo que han ido de la mano al margen de la política antiterrorista- ha sido en su postura ante la Unión Europea. Cuando Rajoy anunció que España recurría al Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF), Rubalcaba le reprochó que no llamara al asunto por su nombre («rescate») pero evitó recrearse en la crítica. Ni puso objeciones a la decisión, ni cuestionó que el Estado deba salvar a la banca. Simplemente, reclamó que una comisión parlamentaria con amplias competencias vigilara de cerca el destino de esos recursos e hiciera recomendaciones sobre el futuro del sector.

En apenas dos meses, las cosas han cambiado. El líder de la oposición siente que Rajoy ha ignorado demasiadas veces su oferta de colaboración, los suyos piden más beligerancia y, además, tras algo más de medio año de Gobierno popular, empieza a sentirse liberado de la carga que suponía su participación en el Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero. «Esto ya es ‘herencia’ de Rajoy», dicen ahora hasta la saciedad en el PSOE.

Hasta dónde está dispuesto a llegar en esta nueva actitud está aún por ver. Rubalcaba no dejará pasar la oportunidad de exigir al Ejecutivo que asuma, con todas las consecuencias, el coste político de una decisión que Zapatero logró esquivar con gran esfuerzo en un par de ocasiones.