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Opinión

Un atentado ecológico, un crimen fallido

El incendio lleva a la ruina a los negocios locales vinculados al monte: la incipiente actividad resinera queda ‘malherida’, la producción de setas desaparece medio siglo y los colmenares tardarán tres años en volver a producir miel .

Publicado por
Pedro Díaz Fernández. Presidente de la Asociación Profesional de Agentes Medioambientales en León
León

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Yo también quisiera acabar con un éxodo rural tan brutal que solo los ancianos caminan por sus pueblos. Quisiera ver un bosque y un matorral menos continuo, donde las leñas, la labranza y la ganadería aporten biodiversidad y frenen el avance de los fuegos. También quisiera ver multiplicado por mil los presupuestos en prevención, pero ni siquiera así dejaremos de arriesgar nuestras vidas.

Imagínense un país sembrado de mechas e imagínense esas mechas al alcance de individuos capaces de prenderlas, ya sea por extorsionar, por algún tipo de ganancia o por simple pobreza moral e intelectual. Cualquier matorral en el camino puede desatar un incendio.

Luego imagínense una deflagración brutal. Cuando el combustible está totalmente seco y el calor supera los treinta grados, si el dios Eolo sopla y lo hace con fuerza, nos enfrentamos los humanos con una divinidad. Y el fuego se propagará como una sombra que lanza nuevos focos hasta a cien metros de donde se sitúa. Creedme que cruzará los cortafuegos porque cruzaría hasta una autopista, sin que podamos evitarlo. Veremos, si el humo nos deja, desde la zona segura prevista, como lo arrasa todo delante de nosotros al tiempo que, a nuestra espalda, se reproduce gran parte del perímetro apagado.

Todos los que están combatiendo regresan del infierno de Castrocontrigo. Hoy no lamentamos víctimas, aunque sabemos que casi todos los veranos, en cualquier punto de España, algún incendiario se cobra vidas humanas. Ha funcionado la jerarquía piramidal de mando y el protocolo OCEL, es decir, la observación, la comunicación, el escape y el lugar seguro, como requisitos exigido a los que intervienen en todas y cada una de las actuaciones de un incendio. La fortuna estuvo de nuestra parte, porque estos infiernos no entienden de protocolos y se cobran hasta el error más impredecible.

Cuando solo queden rescoldos, seguiremos sufriendo críticas. Hasta el último combatiente está acostumbrado a la falta de reconocimiento y al cuestionamiento continuo de nuestro trabajo.

La otra parte que sufre críticas es la clase política. Me gustaría coger alguno de la pechera y recordarle la ligereza con que nos bajaron el precio de las guardias de incendios, sacarlos de sus coches oficiales y subirlos a los trastos con que nos movemos los agentes medioambientales, exigirles que hagan su trabajo ordinario con los recortes de material y combustible al que nos vemos sometidos… Pero ante este drama, les daría un abrazo, porque ellos no son los responsables. En un país sembrado de mechas, el daño solo puede minimizarse con la implicación de todos, y sacar partido político u otros beneficios, aunque solo sea el desgaste del gobierno con el que no simpatizas, me resulta obsceno.