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León

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«Me presento a la reelección como presidente de Galicia», dijo con tono solemne y en gallego Alberto Núñez Feijóo en Soutomaior. Sorprendió su anuncio porque hasta los gatos de esta comunidad sabían ya la noticia.

Tal vez el bombardeo de imágenes sobre la convención republicana a la que nos han sometido en los últimos días influyó en el ánimo de Feijóo y quiso emular a Mitt Romney. Pero Soutomaior no fue Tampa. Ni globos de colores, ni fuegos artificiales. Sobriedad y austeridad. Han desaparecido hasta los gaiteros y las raciones de pulpo que otros años dieron color y sabor al acto con el que Mariano Rajoy daba por reabierto el curso político.

Los únicos pitos que sonaron, y con fuerza, fueron los del algo más de centenar de afectados por las preferentes y por los recortes en la función pública que se congregaron en la carretera de acceso al complejo del Castillo de Soutomaior.

Distancias

La Policía, incluido un grupo de antidisturbios, los mantuvo a raya y los fue alejando cada vez un poco más del perímetro que ocupaban los populares. Tanto los alejaron que Mariano Rajoy ni los vio, aunque sí los oyó. No está acostumbrado el político gallego a ser abucheado en su terruño. Durante su intervención, el presidente prometió que no dejaría solos a los miles de damnificados por este producto bancario. Eso sí, recalcó que el PP no ha sido el causante del problema. «Esto a mí no me habría pasado», sentenció Rajoy tras recordar que el Consejo de Ministros aprobó el viernes una nueva normativa que impedirá que los bancos puedan vender a sus clientes este tipo de arriesgados activos sin advertir de los posibles efectos secundarios.

Rajoy, como no podía ser de otra manera, tuvo un recuerdo especial para Manuel Fraga. El fundador del PP fue, hasta su muerte, uno de los fijos de Soutomaior.