Diario de León

violeta alegre | ganadera

Mujeres a pie de campo

Las agricultoras y ganaderas suponen el 30% de la mano de obra ‘oficial’ del campo leonés, pero sólo una de cada cinco son titulares de las explotaciones agroganaderas.

jesús f. salvadores

jesús f. salvadores

Publicado por
ana gaitero | león
León

Creado:

Actualizado:

Carmen Domínguez mamó el campo desde niña en Santibáñez de Valdeiglesias. A los catorce años se quedó huérfana y tanto ella como sus hermanas arrimaron el hombro en la explotación familiar. Iba al monte a segar. Todavía recuerda cortar la hierba a guadaña y eso que no levanta más que un metro y medio del suelo.

De adolescente se fue a estudiar a León y empezó la carrera de Empresariales. Del campo a la ciudad. De la hoz a los libros. Es el camino que siguieron muchas mujeres de su generación, nacidas en los pueblos leoneses en los años 60. Al contrario que la mayoría, Carmen Domínguez decidió regresar al pueblo.

«La carrera no iba y yo no iba a estar tirando de mi madre y gastando el dinero que nos hacía falta», confiesa. Se casó joven con un muchacho de Puente de Órbigo y tuvo un crío. Un en día su marido, que trabajaba a temporadas en la cercana fábrica de Kraft, le planteó el futuro: «Mi padre se va a jubilar, ¿qué hacemos?», le dijo.

De la noche a la mañana se subió a aquel tractor Barreiros sin dirección asistida y empezó su nueva vida de agricultora. Su marido y ella tienen labran 50 hectáreas de regadío, unas pocas fincas más ella que él, un caso excepcional en un matrimonio, y cosechan remolacha, maíz y trigo, principalmente. El 99% de las tierras que cultivan, en seis pueblos, son arrendadas.

Su hijo estudia Aeronáutica. Después de un cuarto de siglo en activo y cotizando a la Seguridad Social su balance es positivo: «No he llevado una mala vida. Trabajo no falta, pero la jefa soy yo y tengo a mi lado a un hombre que tampoco le tiene miedo al trabajo», afirma.

Una excepción

Carmen Domínguez es una de las 2.585 mujeres que trabajan como autónomas en el sector agrario leonés, sobre un total de 4.099 personas que cotizan a la Seguridad Social en el sector agroganadero, según datos del sindicato Ugal-Upa. Las mujeres autónomas del campo suponen el 40,5% del total de la mano de obra. Por cuenta ajena, la proporción de mujeres trabajadoras del campo es menor. Sólo alcanza el 19% del total de 1.174 personas contratadas en actividades agrarias.

Las agricultoras y ganaderas aportan el 30% de la mano de obra ‘oficial’ a este sector en la provincia. Pero sólo una de cada cinco son titulares de las explotaciones agroganaderas. La ley impedía hasta ahora que hubiera más de un titular en la explotación y, salvo excepciones como Carmen Domínguez son los hombres los que figuran como titulares.

Las mujeres siempre trabajaron en el campo. Pero su labor ha sido invisible durante siglos. Violeta Alegre se casó hace 26 años. Nunca había visto las ovejas. Ahora aparta las ovejas, las de comer, las guarda y atiende la paridera como si lo hubiera hecho toda la vida. Pero cotiza en la Seguridad Social como agricultora tan sólo desde hace cinco años porque no podía ser titular de la explotación ganadera junto a su marido.

Una ley desigual

El marco jurídico, de 1971, frenó la equiparación de las mujeres agricultoras y ganaderas hasta la aprobación de la Ley 35/2011, de 4 de octubre, sobre titularidad compartida de las explotaciones agrarias. Han tenido que pasar treinta años de democracia para dar este paso. La Junta acaba de regular el registro de titularidad compartida de las explotaciones agrarias en Castilla y León.

Este reconocimiento jurídico es una realidad desde hace decenios en países europeos como Francia, Austria, Finlandia y Suecia. Violeta Alegre y Gregorio Fidalgo están deseando que se registre su petición para la titularidad compartida de la explotación ganadera que ahora está a nombre del marido.

Con 44 años la nueva ley le da la oportunidad de acogerse a una bonificación en las cotizaciones a la Seguridad Social. Las personas con menos de 50 años tienen la posibilidad de acceder a un descuento del 30%. Ahora paga mensualmente 224 euros, algo más que su marido, debido a su reciente incorporación a la nómina de la Seguridad Social.

Violeta Alegre hace la transterminancia. Acaba de bajar del puerto de Abelgas de Luna con el atajo de ovejas que cuida y ya está en San Pelayo, cerca de Veguellina de Órbigo su pueblo natal. Entre ella y su marido guardan 1.200 ovejas. Pero cada uno va a un puerto. De septiembre a marzo están en la ribera y en abril suben con el ganado a Omaña. En julio el hombre baja con un rebaño con las ovejas a punto de parir. Y en septiembre baja ella.

«Son merinas y su función principal es la cría para carne», aclara la mujer. Tienen 300 negras, una especie protegida por la Comunidad Europea debido a la escasez de su cabaña. La época de la paridera es la de más trabajo físico. «Hay que atenderlas, apartar a las ovehas con sus sus corderos. En este tiempo a las doce de la mañana comemos y salimos al campo con ellas», explica.

El matrimonio tiene dos hijas de 20 y 22 años. Una acaba de terminar los estudios de Turismo y hará un máster en Oviedo. La más pequeña cursa la carrera de Trabajo Social en la Universidad de León. «Se les tiene que torcer mucho la cosa para que se dediquen a ésto», apunta la ganadera. Ella, en cambio, espera jubilarse en el campo: «Me tocará jubilarme porque para mi marido es su vida. Es feliz con las ovejas», añade.

No se siente atada: «Ha sido una elección», aclara. Otra cosa es que el ganado «es muy sacrificado y muy esclavo». La última vez que el matrimonio se tomó unas vacaciones fue «cuando murió Lady Di», hace ya tres lustros.

Por dignidad

Otras mujeres del campo estarían dispuestas a cambiar de oficio. Es el caso de Josefa Barrio Fernández, de Piedralba (Santiago Millas), ganadera y casada con un ganadero. «La ganadería está destrozada», afirma. Está orgullosa de haber levantado la explotación con su marido en los 20 años de matrimonio, aunque le costó «Dios y ayuda» poder darse de alta en la Seguridad Social y también legalizar la nave que construyeron como majada para el ganado.

Tienen un rebaño de ovejas de leche. «Mi marido no podía ponerme como trabajadora, ni yo me podía dar de alta como agricultora porque había que tener más de tres hectáreas. Después de 10 años me dieron de alta como agricultora, pero nosotros siempre hemos luchado porque la explotación fuera de los dos a efectos legales», apostilla. La titularidad compartida implica que ambas partes tienen que estar de acuerdo. «Si tu marido no quiere tiennes que buscar un testigo que te haya visto con el ganado... la cosa se complica. Nosotros lo hacemos por dignidad y porque es realmente cierto que la explotación es de los dos», asegura. Su expediente ya está en la Junta, pero no lo ha terminado de tramitar. En el sindicato están despejando todas las dudas jurídicas para que la explotación no salga perjudicada en nada respecto a su situación actual.

Josefa Barrios, al igual que la mayoría de las mujeres agricultoras, hace las labores de casa, ordeña, sale con las ovejas y las da de comer. No tiene hijos pero en los últimos años le ha tocado una tarea más dura que la crianza. Ocuparse de las personas mayores de su familia: «Es deprimente ver cómo se van».

Se confiesa «feliz: Me encanta la naturaleza y los animales. Este trabajo como no sea vocacional no lo puedes hacer. Y si estás solo es imposible. Ni un hombre ni una mujer», afirma. Pero echa de menos un poco de tiempo libre para hacer otras cosas, sobre todo para formarse.

La informática es una de sus asignaturas pendientes. Se casó con 33 años y su decisión supuso volver de la ciudad al campo. «Fue un cambio drástico, porque estudié fuera y vivía en León. Aquí iba calle arriba y calle abajo y no veía a nadie. Ahora voy a León y me huele hasta mal», concluye.

tracking