De portero de discoteca a criador de caballos de raza

Antes de descubrir su talento cinematográfico, Vidal, cuyo verdadero nombre es Ignacio Jordá González, ostenta un currículum azaroso. Trabajó en los más variados oficios, desde transportista hasta portero de discoteca, despachó pizzas y no le hizo ascos al boxeo. Ni a las drogas durante una adolescencia difícil. Natural de Mataró (Barcelona), vio en la Legión una salida profesional atractiva. Se alistó en Melilla y como novio de la muerte duró 18 meses, hasta que probó las mieles de la industria del sexo. Un negocio que descubrió a los 21 años, cuando «después de una noche loca», conoció a una prostituta de la que se enamoró. Y fue el amor el culpable de su dedicación a los espectáculos X, en los que invirtió todas sus energías para que su pareja dejara el burdel. Con todo, su verdadera vocación es la cría de caballos de pura raza española. El empresario ha montado su propia productora y tiene fijada su residencia fijada en Bogotá (Colombia), donde vive con su mujer y sus hijos, «lo mejor» que le ha pasado.