El 25-N sitúa al PSOE ante el doble reto de la unidad de España y la del partido
Pérez Rubalcaba limita al máximo su presencia en la campaña electoral catalana.
«Tantas veces he dicho que los males que nos desangran tienen su origen en el Estatut...». Es el lamento de un veterano dirigente socialista pero, con ligeras variaciones, se trata de un pesar ampliamente compartido en el PSOE. Seis años después de sacar adelante aquella norma, el hoy primer partido de la oposición se enfrenta de nuevo a sus fantasmas. Las elecciones catalanas del 25 de noviembre son claves para todos, pero especialmente difíciles para la formación que lidera Alfredo Pérez Rubalcaba. Su reto es doble: mantener la unidad de España y preservar la unidad del partido.
Los socialistas se pasaron años haciendo gala de su pluralismo y el precio a pagar es ahora de complicada gestión. No son capaces de defender un discurso unitario en toda España sobre una cuestión clave como la del modelo de Estado. El PSC se presenta a los comicios con un programa que defiende el «derecho a decidir» de los catalanes y aboga por una reforma de la Constitución que permita celebrar un referéndum sobre la independencia. Aseguran que lo quieren para votar a favor de la permanencia en España, pero su posición implica algo que el PSOE, según afirman rotundos en la dirección del partido, «jamás» aceptará: que la soberanía nacional deje de residir en el conjunto del pueblo español.
La discrepancia es tan grave que, a juicio de algunos líderes territoriales, hace inviable la relación que desde principos de la democracia une a ambos partidos. Hasta ahora, el único que ha expresado abiertamente sus dudas es el secretario general de los socialistas extremeños, Guillermo Fernández-Vara, pero no es el único que cree que tarde o temprano habrá que romper. En las direcciones del PSOEy del PSC, en cambio, admiten que la cuestión no es menor, pero se niegan a tomar una decisión drástica con la esperanza de que la tormenta soberanista escampe.
El escenario
«La crisis lo ha puesto todo patas arriba y nos movemos en un escenario hipermóvil; mantenernos juntos es un acto de responsabilidad», argumenta un dirigente del ala menos catalanista del PSC. Mientras, quienes piensan como él se tapan la nariz. Y en el equipo de Rubalcaba aprietan los dientes porque no descartan, según diversas fuentes, que sea el propio PSC el que tras el 25 de noviembre se parta en dos. Avisos no han faltado. El más sonoro, el que protagonizó el pasado 11 de octubre el exconsejero de Educación, Ernest Margall, al anunciar que crearía su propio partido.
Rubalcaba participará en la campaña electoral del PSC, pero no hará un gran despliegue. Es lo mejor para ambos porque, además, el batacazo está garantizado. Las últimas encuestas pronostican a los socialistas el peor resultado de su historia con 12% de los votos y 15 escaños, según el Centre d’Estudis d’Opinió, y un 12,9% y 19 escaños, según el CIS. Parten de 25 escaños, que ya fue un resultado catastrófico en comparación con los 48 logrados en 2003 con Pasqual Maragall, su récord.
Ni a los socialistas catalanes les conviene que se visualice el discurso firme del ‘no’ a un referéndum independentista del que no está dispuesto a moverse el secretario general del PSOE ni a Rubalcaba le interesa que se le vincule con los resultados de sus ‘socios’ en un momento que ya es delicado de por sí. No pudo evitar que cayeran sobre sus espaldas las derrotas en Galicia y el País Vasco, pero asumir ésta sería harina de otro costal. En principio, sólo tiene previsto desplazarse a Cataluña en dos ocasiones.