Diario de León

Piquete único y multitudinario

Sindicalistas y estudiantes recorren el centro de la ciudad escoltados por la Policía. La marcha increpó sobre todo a los bancos y reclamó el fin de los desahucios. La mayor parte de los comercios y negocios permanecieron abiertos todo el día.

Los estudiantes se unieron a mediodía al piquete que recorrió el centro de la ciudad.

Los estudiantes se unieron a mediodía al piquete que recorrió el centro de la ciudad.

León

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Hubo algunas cerraduras con silicona y sonoras concentraciones en puntos estratégicos. Fueron las menos. Ayer sobre todo se vivió una masiva presencia en las calles. Tranquila, aunque reivindicativa; vigilada y controlada, pero medida. Si hubo coacción fue aislada. Los piquetes «informativos» que tradicionalmente «convencían» de la conveniencia de la protesta no tuvieron protagonismo esta vez. Las presiones patronales tampoco tenían en su mano dar la medida del descontento y el hartazgo, o lo contrario. En el otro lado de la balanza, los ciudadanos sabían perfectamente que el punto fuerte de la jornada, la medida del pulso al estrangulamiento, no estaba en las cifras de ausencias a la hora de fichar o en las trapas bajadas. El pulso se ganaba o no en la manifestación, la esencia que concentró el grito social. El basta ya de cada uno y sus circunstancias sumado al de los otros, frente al eterno juego de por quién y contra quién alzar la voz.

Desde primera hora de la mañana la anunciada presencia policial (y ostentosos agentes de seguridad privada en las puertas de las principales cadenas comerciales) compartió calle con un piquete colectivo que a lo largo de la jornada fue convirtiéndose en multitudinario, sobre todo desde que a partir del mediodía las «fuerzas laborales» se encontraron ante la sede del Ayuntamiento de León con las «fuerzas estudiantiles». Un encuentro que tuvo como primera cita la salida de los juzgados de los cuatro detenidos en la noche por tenencia de material «»pirotécnico».

La jornada comenzó con las fuerzas sindicales controlando el transporte público (en su mayoría ya pactado en servicios mínimos). Es cierto que la «normalidad» ayer a primera hora era mucha más de la habitual en el momento de entradas en los colegios y oficinas. La circulación, mucho más fluida de lo que suele. Las zonas de carga y descarga prácticamente vacías y las contadas obras públicas en el centro paradas.

Si el éxito se cifraba en la paralización de la actividad diaria, se consiguió en buena parte. Poco tráfico, menos atascos y aglomeraciones, y comercios y negocios en funcionamiento sin tantas trabas como otras veces, pero, cierto es, con una clientela infinitamente más menguada del ya escaso negocio habitual.

La protesta se convocó también bajo un llamamiento al «no consumo».

Frente a un roto, un descosido: muchas cafeterías y bares lucían desde el lunes en sus puertas un cambio de día de asueto: «Abrimos el lunes, cerramos el miércoles por descanso».

Entre los comercios fueron los menos, pero hubo quienes expusieron por escrito y en público su apoyo a la huelga general. «Yo cierro el 14-N para poder seguir abriendo. Autónomos y pymes unidos contra los recortes», rezaba algún escaparate. Es cierto que en la mayoría de los comercios los cristales que daban a la calle mostraban las caras curiosas de trabajadores y dependientes alerta de los piquetes al lado de carteles que siguen insistiendo: «Nosotros no subimos el IVA»; y un asombroso volumen de ofertas impropias de mediados de noviembre. En cualquier caso, la mayoría de los locales comerciales del centro de León luce carteles de «Se vende», «Se alquila» o «Liquidación por cese de negocio».

Por parte del gran (y creciente) piquete socio-sindico-estudiantil que fue agrupándose paulatina y sosegadamente a lo largo de la joranda las consignas estaban claras. El tráfico en el centro de León estuvo prácticamente paralizado todo el día, y manifestantes y agentes de las fuerzas de seguridad caminaron en paralelo por las calles céntricas: los pimeros haciendo cuidadoso cordón a las puertas de los negocios (comerciales y sobre todo bancarios), los segundos con banderolas al hombro y paradas -extraño via crucis- ante algunos comercios a los que prometían no volver a entrar por ejercer su derecho a permanecer abiertos. Un pulso con agentes incluidos pero sin tensiones. El mano a mano de las razones de unos frente a las de los otros, con la autoridad (esta vez literalmente) por medio.

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