Diario de León

Ismael Martínez antiguo minero del pozo ibarra

«Apaleábamos el carbón de rodillas, eran rampas estrechas»

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ana gaitero | ciñera
León

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Ismael Martínez se conoce el pozo Ibarra como si fuera su casa. Entró de vagonero el 13 de enero de 1958, poco antes de cumplir los 20 años. Vino desde Mancilleros, un pueblo de la ribera del Esla, donde él y sus hermanos trabajaban en la labranza de «criados por la comida».

Recuerda que el primer día que llegó a trabajar entró directamente en la mina. Pese a estar acostumbrado a la claridad del día no le echó para atrás la negrura de la galería. «No me dio tiempo a pensarlo. Me dieron una pala, iba ‘descalzo’ —en alpargatas, precisa— , sin gorra y adentro. Llegué a la planchada y me dijeron, tira pa’lante hasta el final de la galería. Allí me pusieron a apalear en unas rampas estrechas, que no tendrían más de 80 centímetros. Me pasaba todo el día de rodillas», relata.

Las jornadas eran de ocho horas, aunque la mayoría de los días «doblábamos porque había que sacar el carbón» y la jornada se alargaba doce horas. Le pagaban 33 pesetas diarias y fue el único de los tres hermanos que se jubiló en la mina.

Con el tiempo pasó a vigilante de 2ª titulado, categoría con la que se retiró el 28 de noviembre de 1989. Hizo de todo, incluso comprar mulas para la empresa cuando este animal de tiro se utilizaba para acarrear las vagonetas desde la mina al exterior. Más de una vez se subió al castillete del pozo Ibarra para «revisar las poleas y engrasarlas» y fue quien plantó los manzanos y parte de los cerezos que, junto a unos abetos y pinares, engalanaban la plaza de la Mina. «Venía la gente y pregunta si ésto era una mina o qué era, porque estaba tan elegante que llamaba la atención», explica el hombre.

Ahora los manzanos están medio secos, pero las coníferas resisten bien la falta de cuidados. «También había huerta y jardines, y una fuente», señala, que con el tiempo y por culpa de la explotación a cielo abierto, se secó. Ismael Martínez también estuvo en la Brigada de Salvamento. Cuando entró el pozo tenía 150 metros y 40 pisos y trabajaban cerca de 300 empelados. Cuando se jubiló había llegado a los 255 metros. «Cuando salí ya no se paleaba, vinieron los pánzer». El pozo cerró en 1996. Está inundado. El agua sale por su peso desde la planta 90 hacia Santa Lucía.

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