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CUMPLEAÑOS DE DON JUAN CARLOS. UN REPASO A LA INSTITUCIÓN

El rey cumple 75 años en un momento muy delicado para la supervivencia monárquica

PP y PSOE no entraron a valorar la comparecencia televisiva del monarca .

Los reyes, delante de una de las imágenes que componen la muestra ‘Imágenes reales’.

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de las heras/sáiz-pardo | madrid
León

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Fue una escenificación rompedora la del pasado 24 de diciembre: el rey, a punto de cumplir los 75 años —los hizo ayer— y con 37 de reinado a sus espaldas, reclinado en la mesa de su despacho, mientras apartaba relajadamente los papeles del discurso de Navidad para enfrentarse a la cámara. Lo de todos los años, pero con otro ritmo. Una muestra más de los esfuerzos de la Corona para adaptar su imagen a las exigencias de una sociedad que ha cambiado como pocas. La duda, en los círculos del poder, es si gestos de ese calibre serán suficientes para que la Monarquía remonte la crisis en la que está sumida.

Pese a la promesa de más transparencia, traducida en la publicación parcial de las cuentas y una nueva página web dinámica e interactiva, todo lo que tiene que ver con la Monarquía goza aún de un blindaje y un secretismo impensable para otra institución democrática.

El Centro de Investigaciones Sociológicas no ha hecho la más mínima pregunta sobre el rey o sobre la Corona desde que el barómetro de octubre del 2011 recogió el primer suspenso a la Monarquía, un 4,89, apenas unos días antes de que Iñaki Urdangarín fuera imputado por el caso Noós. Y, tanto PP como PSOE, han hecho lo posible por no agitar las aguas frenando preguntas en el Congreso de grupos minoritarios como IU o ERC.

Que para la ciudadanía don Juan Carlos no es ya esa figura intocable que había que preservar por encima de todo para garantizar la estabilidad de la democracia quedó nítidamente claro el pasado abril. En realidad, no tenía nada de novedoso que viajara a un país lejano, sin rendir cuentas ni dar detalles al Gobierno, para participar en una elitista cacería de elefantes. Y, sin embargo, esta vez la aventura se convirtió en una tropelía intolerable que le obligó a, por primera vez en su vida, pedir perdón. No solo eso, aquellos días saltó por los aires el tabú que se extendía sobre su vida íntima.

Lo cierto es que la mayoría de los españoles apoya la monarquía parlamentaria como forma de gobierno idónea, pese a su desgaste.

Desde 1982 no se ha preguntado directamente a los españoles si son más partidarios de una República. Pero es evidente que en las altas esferas del poder aún existe cierto temor atávico a remover este debate... por si las moscas. Ni la edad del Rey ni sus problemas de salud les han hecho reaccionar.

En España no existe una ley que regule el funcionamiento de la Corona y que dé respuestas a cosas como cuáles deben ser las atribuciones del Príncipe heredero, cuál es su papel en caso de que el Monarca esté de baja o cómo han de gestionarse las abdicaciones o renuncias.

La Constitución contempla en su artículo 57.5 la aprobación de una ley orgánica sobre algunos de estos aspectos. Jamás se ha desarrollado y fuentes del Gobierno admiten que no están por la labor de hacerlo ahora.

El yerno problemático

En la Zarzuela lo saben desde hace más de un año. Todos los intentos por mejorar la imagen de don Juan Carlos y de la Casa Real se van a ver cuanto menos lastrados por el caso Nóos. Un sumario que, lejos de amainar, va a arrojar en los próximos meses nuevos datos que afianzarán las acusaciones contra Urdangarin.

El otrora yerno modélico del rey es una peligrosa espada de Damocles que pende sobre la imagen de la Corona. En el palacio de la Zarzuela saben que el problema, ni mucho menos, ha terminado. Todas las fuentes consultadas dan por seguro que, antes de que acabe el año, el duque de Palma estará imputado por fraude a la Seguridad Social, por la contratación de falsos trabajadores para rebajar las cuotas de sus empresas, y por el blanqueo en el extranjero del dinero público que desvió a sus empresas privadas. Nuevas acusaciones que se sumarán a las ya existentes de malversación, fraude a la Administración, falsedad documental y prevaricación. Aguardan tiempos convulsos en el ‘caso Nóos’ y todas las novedades serán negativas.